Me decía
un parroquiano: —“Últimamente hay mucha
presunción de inocencia, en boca de los ex funcionarios públicos, acusados por
corrupción en las instituciones”. Me preguntó cuál era mi opinión al
respecto.
El paraguayo
tiene siempre su salida; medio disparatero, pero, pensando bien, muy certero en
su apreciación sobre la realidad de su convivencia.
Esta
teoría de la presunción de inocencia, es muy utilizada en la interpretación
liberal, a favor de algunos, en perjuicio tal vez, de la verdad; cuando los
juzgadores son manejados por sistemas corruptos, obedientes a los intereses del
poder, trae como resultado la injusticia. Dentro de los alcances del estudio de
la TGC (Teoría
General de la Corrupción ),
como método anticorrupción. Es decir, la
consulta es mucho más profunda de lo que uno se puede imaginar.
En primer
término, la función pública es una responsabilidad, que no admite la presunción
de desconocimiento o ignorancia. Al
aceptar el cargo, todos los actos, hechos o prácticas que se lleguen a cometer,
bajo su administración, lo sindican como responsable, según el grado de
ignorancia de las investigaciones sobre cada caso.
Antes de
terminar mi exposición, el amigo me interrumpió para decir:
—“Entonces nuestro país se queda sin funcionarios en
las instituciones, de aplicarse el principio de no ignorancia”.
Aquí
comienza la democracia en un Estado de Derecho, con libertad de acción y de
pensamiento, para conocer y saber la verdad de lo que ocurre en el país, en
cuanto a la administración de los bienes públicos, cuyos responsables irán
cambiando de color cada día. Mientras la presunción de inocencia, que a muchos
gusta invocar y mal utilizar, tanto hoy como en otros tiempos, al ocurrir un
hecho, acto o práctica de corrupción, los irá envolviendo en una telaraña, sin
posibilidad de excusación; ni ante los administradores de justicia, ni ante el
pueblo.