El dicho
popular de los pueblos Latinoamericanos. Se ha enriquecido con frases señalando
la característica de la gran corrupción a tal punto, el mismo deseo de los
ejecutores ya sea en los hechos, los actos o las prácticas. Al decir:
“Despáchate y date el vuelto”, no existe otra cosa que se pueda hacer contra
este flagelo, ya que se convierte en totalmente irreversible y utiliza la
estructura del poder para ejecutar sus fechorías, a través de un sistema, pero asegurándose,
de lograr la confusión por medio de la interpretación (tercer grado de la
ignorancia, según TGC).
Todas las
personas e instituciones que guardan relación, como funcionarios de una u otra
forma cometen corrupción, si tratan de influir, autorizar, aceptar o callar
faltas o perjuicios en contra del erario público. Deben ser penalizados de
acuerdo al grado de participación en la cuestión pública.
Ningún
sistema político, está libre de la corrupción sistémica, pero es deber de todo
gobierno luchar, para tratar de disminuir este mal de la humanidad; disfrazado
según el grado cultural de cada país. Lo cierto es que aquellos países, que más
tratan de bajar el flagelo, serán más rápidamente progresistas.
Los
pueblos Latinoamericanos, comienzan a darse cuenta de la importancia de un
Estado de Derecho, en democracia, con libertad y sin corrupción, para poder
progresar con el bien común. Con poderes al servicio del hombre libre, no
generadores de esclavos de los más fuertes o más grandes; para perjudicar a los
más débiles tanto económica como culturalmente.
Quienes
amamos la democracia, la libertad y el Estado de derecho, con claridad,
justicia y libertad, no simple exposición de boca, para esperar tragar vientos
de necesidad, consolándonos con la frase más popular en latinoamérica:
"Despáchate y date el vuelto", que inmortaliza a la corrupción.