A diario somos testigos de hechos de
corrupción, cometidos tanto por funcionarios públicos, nombrados por decreto, incluidos
en la Ley de la Función pública, y por los
que, según la TGC ,
también lo son: los senadores, diputados, presidentes de entes, entre otros.
La protección de estos últimos da calambre, en
la “injusticia”, según el dicho popular, ya que si cometen un acto, hecho o
práctica de corrupción, para ser juzgados, se debe conseguir primero el desafuero.
Apareciendo el sentido del interés corporativo, muy amigo de la corrupción
sistémica.
Pese a todo lo que se viene comprobando,
existen todavía incautos que siguen creyendo, que la corrupción es un problema
ético subjetivo. Entonces se sigue facturando con la creación de tribunales
éticos, en las empresas deficitarias del Estado, que no pasan de ser sino una
cortina simulada del sistema.
De esto se tiene prueba, ya que cualquier
secretaría, oficina o repartición con el rótulo “anticorrupción”, es totalmente
improcedente, si los actores están dentro de la estructura del poder, basados
en prosaicos códigos de ética.
La gran corrupción utiliza la obscuridad, en
el proceso dentro del sistema de poder. Por ello, quienes participan en ella,
son los mismos que imposibilitan la investigación, el juzgamiento; se llega
entonces a la impunidad por corrupción sistémica, no viceversa, como pretenden
algunos comerciantes de la política.
A la gran corrupción no le interesa otra cosa,
solo recaudar: Ya sea por el abuso de derecho o por la influencia en sistema,
en cada caso.
Si la sociedad sigue ignorando esta
“protección corporativa”, observando el avance de la corrupción sistémica, como
un hecho aislado o subjetivo, que solo concierne a los supuestos autores de un
resultado, el futuro no parece nada alentador.
Sería como una carrera, con medios de
desplazamiento diferente: La gran corrupción con una 4 x 4, y los encargados
anticorrupción a pie; por no utilizar una teoría objetiva, con claridad,
libertad y virtud. Para mejorar, disminuyendo de raíz este flagelo, tan temido
por la Humanidad.