Aquél
que integre este grupo será el ignorante en grado superlativo.
Pueden
ser de dos clases, los analfabetos propiamente dichos y los que están muy en
boga: los funcionales.
A
la primera categoría, de los analfabetos propiamente, se la conoce como gente
muy trabajadora y que no ha podido instruirse de modo a darse a entender por
escrito. Pero la historia y la experiencia demuestran que muchos de ellos
tienen una gran sabiduría de vida, a juzgar por sus acciones y su criterio superior
de la vida.
El
analfabetismo recién se hizo evidente y formó parte del interés de los
estudiosos, recién después de la Revolución Francesa.
A partir de allí se intenta dar un carácter universal al conocimiento humano.
Nacen las Universidades modernas, y se llega al criterio de hacer gratuita la
enseñanza básica, con el fin de que la mayor cantidad de gente pueda leer y
escribir.
Respecto
al segundo grupo, de lo analfabetos funcionales, debemos decir que forma un
importante contingente de brazos ejecutores y
cabezas visibles del gran aparato corrupto.
Este
grupo surge en la gloriosa “era de la información”, donde los títulos
terciarios y universitarios se comercian como mercadería de feria.
Abundan
la mediocridad y el arcaicismo en las facultades, no sólo respecto a los
contenidos de los programas, sino a las técnicas que permitan a los alumnos
llegar al conocimiento correcto de las ciencias (Técnicas del Aprendizaje
científico).
En
el caso de los funcionales, la
ignorancia resulta de un híbrido del consumismo creado por el apogeo tecnológico y el nulo aggiornamiento de las ciencias sociales
con el progreso científico de la
humanidad.
Generalmente
pertenecen a este grupo estudiantes de ciencias humanas, técnicos, abocados
única y exclusivamente en la precisión de sus tareas, que llegan a robotizarse y a responder ante su
deber cívico con esquemas computarizados que le son cargados por sus “amos” o
dueños del chip.
Se
llega a la conclusión que los únicos que podrían formar parte del sistema corrupto,
al menos de manera directa son los ignorantes. Y en particular el referente a
este primer grupo, se acentúa cada vez más la participación de los funcionales
en el “trabajo sucio” del sistema.
Sólo
una educación mediocre podría llevar al agente a actuar de anzuelo en el
sistema. Pues bien sabemos que los
empresarios de fuste, los innovadores, los pensadores o pacifistas, no permiten
a sus mentes la posibilidad ridícula de beneficiarse de un andamiaje inescrupuloso
como el que ofrece la corrupción.
Lo
nuevo en la historia de los pueblos latinoamericanos es la democracia, aún en
ciernes, y con ella, fue que la corrupción es la que en realidad se ha
democratizado y ampliado sus influencias.
Los
analfabetos han estado siempre al margen de toda decisión o participación
“conciente” en la actividad estatal, y los “negocios de las altas esferas”.No
se encontraban dentro de la élite familiar o empresarial. Hoy, muy por el contrario son muy apreciados
como testaferros, inculpados, “cerebros” falsos, y hasta en casos extremos,
como pseudo dirigentes de “zona”.
También
existe un paso de escala en las categorías de ignorantes, y generalmente cuando
los analfabetos se constituyen en “líderes” pasan a formar parte de la segunda
categoría de ignorantes: los peligrosos.
Próxima
entrega: Ignorantes peligrosos e ignorantes acomodados.