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Sentimiento público y la corrupción

Si la opinión es mitad mentira y mitad verdad, según quien la emita y, principalmente, si cumple con la finalidad de atrapar el sentimiento público, sin dirección política seria y convincente, para bajar la corrupción.

En una democracia, en libertad, respetuosa de un Estado de derecho, esto se parece más a un laberinto sin salida, para buscar solucionar los problemas del ayer ido; al descanso, por la imposibilidad de una buena aplicación del derecho, que permite, al sentimiento público y popular, considerarla injusticia.

La política no se puede practicar sin los actores naturales, que vienen a ser los políticos de base de cada agrupación, por lo tanto, llegar a la cúspide del poder, según esta lógica, se puede conseguir de dos formas: Por capacidad o con fraude, sea económico o social, a través de los encargados de supervisar los acontecimientos.

Aquí en Latinoamérica es costumbre el fraude y la compra de conciencias y voluntades.

Las consecuencias aparecen luego, y las falencias las paga el pueblo, inculto civilmente. Por eso algunos llegan a creer, erróneamente, que se deben ganar las elecciones con un partido político, para luego declararse sin la necesidad de los “operadores” y los correligionarios, asegurando que se debe lograr un buen gobierno sin politiqueros(¿?).

Esta realidad que los políticos de base están sufriendo, por primera vez, en la época democrática, era previsible por las señales de venta y entrega a “sola firma” de las instituciones políticas partidarias, desde hace un buen tiempo.

Estos habrían nacido, justamente, para tratar de corregir las grandes desigualdades que había después de la guerra grande. Cuando eran explotados sin misericordia, tanto aborígenes como compatriotas, en los montes y fábricas extranjeras. Terratenientes expoliadores, que siguen sin piedad, hasta ahora, con las grandes producciones, sin ningún resultado a favor de los verdaderos campesinos.

Hoy, las bases de esos partidos tienen sentimientos de culpa, público, por la equivocación cometida de volver a entregar su partido a los “tecnócratas” y “capitalistas” de turno, para ser excluidos totalmente, u obligados a recibir “premios consuelo”, al servicio de una economía liberal, para la teoría y las aulas, pero que en la práctica, resulta un nefasto monopolio ideológico y cultural, que encima, debe ser subsidiado por todos los ciudadanos. Ya sea por la propaganda, por el consumo o por el sufragio de tendencia mediática y amarillista.


Una economía despreciativa, egocéntrica y de práctica anticonstitucional, por no respetar el bien común, los intereses difusos y la ecología; con la protección de una corrupción sistémica, que viene de siglos, a nivel mundial, y que tanto daño hace a cualquier país civilizado. Ese es el sentimiento público.

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