Un instrumento muy útil, previsible y
alentador para toda sociedad o persona, es el presupuesto; pero un país sin
timón, pivoteado desde los poderes,
al amparo de la ignorancia, dominado absolutamente, según el interés particular
de sus redactores: Hace nacer la corrupción sistémica en perjuicio de la
nación.
Esta verdad se dice y es comprobable en una
democracia representativa, con libertad de ideas y acción, a través del cuarto
poder, permitiendo protestar y corregir, como seres humanos racionales.
Este principio es sostenido hoy, incluso, por
el propio presidente, que pide: “Que el
pueblo paraguayo se manifieste”, y deje de callar, amparando la corrupción.
Podríamos decir que estamos comenzando con el
pie derecho, el baile más difícil en cualquier gobierno: pretender disminuir la
corrupción sistémica, en una verdadera democracia, respetando el Estado de
Derecho. Siempre habrán algunos partidarios, con sus exabruptos de autoritario,
inscriptos como demócratas, pero que no son reconocidos por sus votantes.
Con sus ideales de “autoridad” y prepotencia,
de fines del siglo pasado, tan difícil de extirpar en el país, utilizan toda su
influencia, tanto en su trato personal, como en lo institucional, sin importar
mucho un presupuesto, salvo para ir aumentado la carga, sobre los hombros de
los contribuyentes.
Según la TGC , el poder está para corregir y aplicar la ley
correctamente, en un Estado democrático, y más aún, con una Constitución
social, exigente de solidaridad y respeto a favor de los más desprotegidos,
para disminuir la corrupción en el uso y abuso del presupuesto.
Era costumbre a través del presupuesto, nombrar
las necesidades de tal o cual institución pública, confeccionado en papeles,
tanto la recepción como el cumplimiento; pero en la realidad, nada
absolutamente se renovaba ni se compraba. Y el dinero erogado, desaparecía
mágicamente, del erario público cada año, naciendo una nueva necesidad en cada
ejercicio fiscal. Se hacía el cambio de hombre en las instituciones, pero sin
distinción, seguía el mismo sistema.
El plan era volver a entregar algunas cosas ya
compradas o almacenadas, en los depósitos y talleres. Esta práctica era de
conocimiento público, tanto que a veces algún agitado sindicalista, denunciaba
y recibía como premio degradación, traslado de su lugar de trabajo o hasta la
pérdida de su trabajo en los entes públicos. Hoy se están encontrando esos
artículos, comprados y preparados para un próximo presupuesto.