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La corrupción y la "realidad social"

Me decía un parroquiano de Alto Paraná: —“La realidad social, en nuestro país, es la corrupción sistémica con nuevos implementos normativos”. Según al TGC, el poder utiliza a la ignorancia en la ocultación, a través de la misma ley. Muchas veces, la realidad se ve distorsionada por la percepción social, llevando a un favoritismo sin fundamento, con el solo afán de dar lugar a los intereses del sistema mandante. Ese es el caldo de cultivo perfecto para la gran corrupción, ya que se presenta, de manera propagandística en la prensa, como la “solución”, una medida “necesaria y verdadera”. Esto imposibilita mayores análisis, en tiempo real; privando a la gente del poder de distinguir, las intenciones reales de las políticas implementadas y sus verdaderos resultados; así, como las de sus accionantes, en cualquiera de las filas políticas.

La corrupción y los insumos públicos

La responsabilidad del Estado, en cualquier sistema político: cuidar de los insumos públicos, para hacer respetar la ‘plata’ de los contribuyentes. Ante esta realidad, los actores son responsables por los daños y perjuicios de la corrupción sistémica, provocados durante su administración. Según la TGC, si el poder no cumple lo establecido constitucionalmente, su administración es injusta. Porque todo poder envilece y es corrupto por naturaleza, teniendo a la ignorancia en la ocultación como sustento, el estudio objetivo de la realidad política, se hace imperioso.

La corrupción y las obras públicas

Tal vez nuestro país sea la ‘niña bonita’, para las inversiones en obras públicas; pero la corrupción sistémica, va quitando las garras, desdoblando interpretaciones. Según la TGC todo poder pone la estructura, que fácilmente, puede ser viciada por la ignorancia. Este flagelo, grave para cualquier nación del mundo, solamente puede sobrevivir en sistemas.

Sobre la corrupción, asesores y honorarios

En todos los países subdesarrollados se pagan, generalmente, altas remuneraciones a los asesores. Esta práctica corriente, resulta una de las caras visibles de la corrupción sistémica, para vivir a costa del Estado.            Según la TGC, si el poder usa su estructura, con poca o ninguna ética, los que dirigen las instituciones se beneficiarán de sus cargos, lo cual, según la misma Convención Interamericana contra la Corrupción, resulta, a todas luces “corrupción” en sentido genérico. Pero en la definición jurídica, propuesta por esta nueva ciencia, se configura lo que llamamos corrupción sistémica o intraley. Es intraley, dentro de la ley, porque hasta que sus disposiciones administrativas y actos de poder, no sean declarados nulos, inconstitucionales, o, incluso, ilegales, las decisiones de los que dirigen un entidad pública tiene vigor jurídico; es decir, son de aplicación obligatoria y directa. Esta costumbre de enriquecerse a costa del presupuesto público, no e

Sobre la corrupción y las reivindicaciones sociales

La realidad de los trabajadores no es mejor en estos días; por la corrupción sistémica, implantada en la estructura misma del poder, obligando a los obreros intentar conseguir reivindicaciones, por el descuido de la finalidad política del “bien común”. Según la TGC, si el poder solo se dedica a recaudar, fácilmente cae en la ignorancia: al desconocer lo que tiene, lo que puede tener y dónde  puede aplicar los recursos. Resultado: desvío de fondos, malversación y concesiones de bienes públicos, que a la larga son altamente desfavorables para el Estado.

Las concesiones y "La corrupción"(APP)

Aquí en Paraguay, como dice el tango, rige la “Regla del Cambalache”. Tal vez Discépolo, como respetable compositor, conocía tanto a Latino América que la inmortalizó poniendo música a la “ gran corrupción ”. El “tango” en el país se ve, especialmente, en las concesiones del Estado a favor de grupos empresariales, particulares y afines. Ni una sola concesión fue hecha a favor del pueblo. Los ciudadanos no cuentan como beneficiarios. El objetivo lato y neto siempre es y fue el lucro a costa de la inversión y el capital del Estado. Así se han forjado, ya a partir del Régimen anterior, los “grandes” empresarios subvencionados hasta hoy por el “papá” Estado.