Dan ganas de escribir una telenovela
educativa, con el auxilio de la corrupción sistémica. Tal vez así, la gran
mayoría comprenda los verdaderos daños de aquella, con argumento pintoresco,
para justificar sobre el cumplimiento, interesado, de la Constitución
Nacional , por parte de nuestros representantes, que
generalmente se olvidan, que la ley tiene dos caras, según la TGC : una de justicia y equidad;
otra de injusticia y corrupción.
Nos damos cuenta que al decir, vicio e
ignorancia, es equivalente a injusticia. Según el cuarto poder, entre nuestros
representantes aflora, sin temor a creer que sus votantes puedan pedirles
claridad, libertad y virtud como funcionarios, que deben velar por el bien
común.
Pedir el juicio político, es mucha pretensión,
ante tantas barrabasadas, al amparo de la ignorancia y la intención de
protección corporativa, tan bien interpretada.
A los funcionarios públicos no se les puede
aceptar desconocer, los hechos, actos y prácticas dentro de su jurisdicción; ya
que aceptando su ignorancia, estamos aceptando la corrupción sistémica, según
lo que pudo estudiarse en la primera Teoría General Jurídica de la Corrupción , reeditada
en el presente año 2013.
La única forma de disminuir, por lo tanto, la
influencia del sistema corrupto, es aplicando la ley objetivamente, pero en
base a nuevos criterios conceptuales sobre los casos de corrupción; no
subjetivamente, como se pretende seguir haciendo, de contramano con toda la
dogmática internacional sobre la materia.
Algunos condenados por hechos de corrupción,
en nuestro país, están penalizados, pero esperando, luego de dilatados juicios
de más de 10 años, que el Poder encargado resuelva finalmente. Es un hecho que
la coyuntura política, en lo jurídico, por carencia de implementación de una
nueva doctrina jurídica en el país, favorece más a algunos que volvieron, y no
tanto a otros que ya no están en el poder.
Si la prensa, en todas sus formas, no sacara a
la luz tales expedientes, es muy probable que surta en los magistrados, la
interpretación del “famoso inimputable”,
o mejor del “principio del opareí”.
Total el sistema democrático permite, a los
actores sin ética ni moral, compartir incluso, el mismo partido, con su sistema
prebendario y nepotista. Mientras, el pueblo, civilmente ausente, aún, solo exige
desde adentro de sus agrupaciones o gremios de interés. Creyendo que al
proteger a un correligionario, engrandecen al partido entero; que serán
reelectos cuantas veces se presenten en la arena política.
Hoy, algunos tecnócratas, los están
sacudiendo, demostrando al pueblo: la importancia del respeto, en una
democracia republicana, de la cosa pública. Fundamento de un Estado de Derecho,
en libertad de acción y pensamiento, para buscar el bien común, sin amparar más
a la corrupción sistemática, que permitió la pérdida de miles y miles de
medicamentos, tan necesarios para la población, en todo el territorio del país.