Prólogo del libro "La ignorancia y la corrupción"(3 ediciones 1995,1999 y 2008)
En esta difícil etapa, los jóvenes de nuestra nación necesitan, más que nunca, ver claridad en los actos de sus mayores.
Como esto no ocurre, los principios que sustentan la sociedad quedan, como se dice vulgarmente, “patas para arriba”.
Hasta hoy, no logran hallar el tan promocionado “cambio”.Y todo…por influencia de la ignorancia y la corrupción.
Nuestros jóvenes se preguntan entonces: ¿Son dignos los políticos a los cuales tendré que elegir? ¿Son confiables?
¿Son capaces? ¿Son capaces de dirigir a los partidos y movimientos políticos?...¿¿¡¡Son capaces de dirigir… ala Nación
entera!!??
Aquel que pueda y mucho quiera, de seguro hoy está embarcado en la nave del olvido.
Sus lamentos son los de mudo. Sus sentimientos y deseos se encuentran hoy guiados por “masteres”, prácticos y pragmáticos que aterrizan día tras día en la política estatal.
Ante esta realidad: ¿Qué rumbo podría tomarse?
Si nadie ha decidido tomar en serio a la administración de Justicia. Hoy su integración resulta haber sido más bien un mero acomodo. Con aquellos deudores de pecados capitales del ayer ido, pero no tan lejano. Los mismos que hoy se encuentran tan molestos por la movida, y la cada vez mayor influencia del cuarto poder.
Cada cual ha tratado de mantener intactos el regalo y la prebenda del “omnipotente” de finales del siglo pasado. Para esa grilla de los “afortunados” ya no quedan ganas de ser valientes, y mucho menos voluntad de dejar tan sólo algunas de las dádivas y buscar la justicia.
Resulta tan difícil admitir que la sinceridad sea estigma de grandeza en quienes la practican y capital insobornable de una nación.
La ignorancia y la corrupción crean un bochorno tal que se confunde ala Justicia con la
conmiseración. A la equidad con el populismo. Pero no debemos culparlos a
mansalva por este error. ¡Pobre gente! Nunca pudo, o quiso, forjarse un
intelecto y una educación que le permitan distinguir lo honesto de lo corrupto.
Que pregunten a quien fuera: Pero muchos de estos individuos nunca antes tuvieron conciencia de que sus actos se encuadraban en lo ilícito. Por el contrario, vivían convencidos de su don de gente. Era la época de la “abundancia” y la “felicidad”. Del silencio y la hipocresía.
El vientecillo del “cambio” cayó sobre ellos como si fuera un huracán no anunciado: Medio siglo en silla de oro y, de repente, a ser acusados por el pueblo, y los amigos que en peligro de perder, pasaron a ser sus jueces implacables ante el mundo y la sociedad americana.
En esta difícil etapa, los jóvenes de nuestra nación necesitan, más que nunca, ver claridad en los actos de sus mayores.
Como esto no ocurre, los principios que sustentan la sociedad quedan, como se dice vulgarmente, “patas para arriba”.
Hasta hoy, no logran hallar el tan promocionado “cambio”.Y todo…por influencia de la ignorancia y la corrupción.
Nuestros jóvenes se preguntan entonces: ¿Son dignos los políticos a los cuales tendré que elegir? ¿Son confiables?
¿Son capaces? ¿Son capaces de dirigir a los partidos y movimientos políticos?...¿¿¡¡Son capaces de dirigir… a
Aquel que pueda y mucho quiera, de seguro hoy está embarcado en la nave del olvido.
Sus lamentos son los de mudo. Sus sentimientos y deseos se encuentran hoy guiados por “masteres”, prácticos y pragmáticos que aterrizan día tras día en la política estatal.
Ante esta realidad: ¿Qué rumbo podría tomarse?
Si nadie ha decidido tomar en serio a la administración de Justicia. Hoy su integración resulta haber sido más bien un mero acomodo. Con aquellos deudores de pecados capitales del ayer ido, pero no tan lejano. Los mismos que hoy se encuentran tan molestos por la movida, y la cada vez mayor influencia del cuarto poder.
Cada cual ha tratado de mantener intactos el regalo y la prebenda del “omnipotente” de finales del siglo pasado. Para esa grilla de los “afortunados” ya no quedan ganas de ser valientes, y mucho menos voluntad de dejar tan sólo algunas de las dádivas y buscar la justicia.
Resulta tan difícil admitir que la sinceridad sea estigma de grandeza en quienes la practican y capital insobornable de una nación.
La ignorancia y la corrupción crean un bochorno tal que se confunde a
Que pregunten a quien fuera: Pero muchos de estos individuos nunca antes tuvieron conciencia de que sus actos se encuadraban en lo ilícito. Por el contrario, vivían convencidos de su don de gente. Era la época de la “abundancia” y la “felicidad”. Del silencio y la hipocresía.
El vientecillo del “cambio” cayó sobre ellos como si fuera un huracán no anunciado: Medio siglo en silla de oro y, de repente, a ser acusados por el pueblo, y los amigos que en peligro de perder, pasaron a ser sus jueces implacables ante el mundo y la sociedad americana.