Considerar
a la impunidad, como el origen de la corrupción: “Es como pretender colocar la
carreta delante de los bueyes”.
Y nosotros ya no estamos para callar una
realidad, en el sistema democrático y representativo; con libertad de ideas y
de acción, que últimamente, está caracterizando a nuestro país y sus
ciudadanos. Más deseosos de clarificar y entender cada expresión de la prensa;
único capaz de enseñar en la República, como “cuarto poder”, informando las
verdades.
Según
la TGC, considerado principio de ciencia, la civilización del mundo está
sostenida en la fórmula: corrupción es
igual a poder sobre ignorancia. Sin distinción de raza, credo o dogma en el
mundo entero.
Se
pueden distinguir dos clases de corrupción: pequeña corrupción (contra ley) y gran corrupción (intra ley), lo cual se desarrolla en
la TGC.
Esta
gran corrupción, o intra ley, solo se desarrolla en los tres poderes del
Estado, aplicándose la fórmula C=P/I.
Es
decir, la estructura para que exista la corrupción sistémica, está en el Estado
y sus poderes constituidos.
La
“ignorancia”, como elemento del sistema de la corrupción, tiene sus grados,
también establecidos por primera vez en la TGC. Del primero al tercer grado.
En
el tercer grado de ignorancia, se
encuentran los que administran los poderes, cuyas decisiones pueden afectar
directamente a la población, que espera
el buen gobierno; utilizando la doble cara de toda ley, desde su
posición de administrar justicia al aplicar las leyes. Se cae así en la
injusticia, que no es otra cosa sino la ignorancia y la ocultación en el
sistema, para perjudicar al Estado. O sea, primero se forma la corrupción, y,
como derivación, por medio de la ignorancia, resulta la impunidad.