A
quien se pregunte cuántos años desearía vivir, más de alguno contestaría que
como “Matusalén”.
Pero
la cuestión está en manos de Dios.
La
longevidad es privilegiada en su justa medida por los orientales, quienes
respetan y rinden culto a sus progenitores, ancestros y ancianos en general.
Es
tal vez un buen modelo, que todos los seres humanos deberíamos de observar.
Nos
merecen respeto y gratitud aquellos que se han sacrificado para que cada uno de
nosotros sea un habitante digno en la
Tierra , con el orgullo de constituir un eslabón más en la
perpetuidad de la especie humana.
Se
observa muy buena voluntad en los jóvenes para servir a sus mayores, para
lograr que éstos pudieran tener una vida plena de felicidad en las últimas
décadas de su existencia; pese a los numerosos problemas que se presentan,
especialmente los de índole material.
Pero
lo que más preocupa son aquellos que se refieren a la ignorancia.
En
muchas ocasiones son precisamente las personas de avanzada edad, las que
rehúsan de aceptar la ayuda y solidaridad de los jóvenes.
Esto
se da, tal vez, por despecho; por verse marginados y despojados en una sociedad
poco agradecida.
Analizando
nuestra historia nacional, en los últimos cincuenta años, puede encontrarse tal
vez, mucha culpa sobre las espaldas de nuestros antecesores.
Lo
cierto es que el pasado, como el pecado de los hechos, debemos tenerlo no como
remordimiento, sino como enseñanza y ejemplo para no volver a cometer los
mismos errores.
La
juventud necesita de la gente mayor.
Debe
tomarse de ella el ejemplo de la lucha contra los vicios, y lograr que los
buenos modales, la franqueza, la solidez de la palabra empeñada y el don de
gente vuelvan a constituir la característica natural de la juventud paraguaya.
Que
un ambiente de unidad familiar, dentro de cada espacio de la geografía patria,
constituya el marco dentro del cual los jóvenes se desvelen aún más por sus
seres queridos, ya que la civilización latinoamericana y en especial la
paraguaya, está fuertemente robustecida por el sentimiento religioso cristiano,
que pregona el amor y la obediencia a los padres.
No
serán la ignorancia y la corrupción las que sigan socavando, incluso, a los
cimientos de la fe cristiana.
A
diario se ven grupos conformados por personas de la tercera edad que gozan de
sus vacaciones recorriendo países y visitando sitios turísticos. Pero
constituyen la minoría.
Es
necesario brindar mayor bienestar y felicidad a la gente mayor, en general, y
que el beneficio no alcance solamente a la clase pudiente o privilegiada.
El
vicio y todo tipo de insatisfacciones repercuten más en el ser humano cuanto
más avanza en edad. Por lo tanto, debe tratar de dar una ocupación adecuada a
los mayores, según su capacidad, para alejarlos del estrés y de todo otro
síndrome.
Para
esto, cada municipio debe tener un club de veteranos y de voluntarios que los acompañen.
A
propósito, son las municipalidades de todo el país, las que decididamente deben
luchar contra la ignorancia y el sistema de la corrupción, a través de la
creación y reconocimiento de comisiones que favorezcan a la tercera edad, de
modo a motivar a la sociedad en su desarrollo y evolución.
Deberán
tener un local propio, para así encaminarlos nuevamente a ocupar un sitio
activo en la comunidad.
No
dejar abandonados a quienes han conocido el mundo antes que nosotros. Antes
bien se los debe de convencer y estimular para que, a su manera, sigan siendo
útiles como ya lo han sido en otras épocas, enseñando a la juventud.
Que
los abuelos mantengan la esperanza en sus jóvenes en el Siglo XXI, un siglo al
que nadie pensaba llegar. Y que los gobernantes de nuestros Estados, los que
están y los que han de venir, sepan combatir con firmeza a la ignorancia y la
corrupción, por el progreso y la libertad de nuestros pueblos americanos. Son
nuestros sinceros deseos.