Si
nuestra democracia, participativa y constitucional; con libertad de ideas y
acción: Sigue la simulación “transparente”, a nivel de “entre cuates”, dejando
de lado el derecho y su buena aplicación, en el desarrollo de los poderes,
seguiremos ahogados en la corrupción del país.
Nos
gusta, “entre nos”, decir y aplicar lo contrario al bien común; para tratar de
beneficiar a los amigos y parientes, desde nuestro puesto de trabajo. Para
demostrar poder, sin importar la función pública.
Esta
costumbre, heredada de la confusión del cargo institucional con la empresa
privada, nos está llevando a un callejón sin salida; ya que el derecho, exige
ser aplicado con equidad, para todos, sin distinción de clases.
Según
la TGC, si la estructura del poder no trata de aplicar la ley, con igualdad, en
cada caso en particular, se comete injusticia: que no es otra cosa más que la
corrupción sistémica.
Los
perjuicios económicos saliendo a la luz; producto de la corrupción sistémica,
con “chicos listos”, egresados universitarios, al servicio de Ministerio de
Agricultura; que hicieron bingo, al cobrar siderales sumas, por proyectos
enlatados, imposibles de realizar, para los agricultores del país.
Pese
a todo, hubo un buen reparto entre los amigos. Ahora sabemos a cuanto asciende
lo defraudado, con viso de legalidad, en detrimento del real mejoramiento de
los sufridos fruti-hortícolas.
Se
debe aplicar la ley, de acuerdo a los responsables de los hechos, actos o
prácticas de corrupción; pero, de arriba para abajo. Desde el Ministro hasta
los de menor rango, no al contrario, como se suele hacer, para encontrar “chivos
expiatorios”.
De
no obrarse así, la administración de justicia, se convertirá en un simulacro
mediático; a favor de los”cuates”, tan común en Latinoamérica. Donde el
discurso transparente, de promesas en tratados y acuerdos, siempre se ha
sobornado, dañando a los más necesitados, con obras monumentales en teoría del
precio; siendo el pueblo, el que debe pagar por las sobrefacturaciones:
convirtiendo a los votantes, en una democracia, en pleno siglo XXI, en esclavos
de la ignorancia y la corrupción, aplicada como ideología, por sus
representantes electos.