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Responsabilidad institucional y corrupción

Participar de un Estado democrático, con libertad de ideas, y respetando un marco constitucional de derecho; engrandece a cualquier gobernante y lo compromete más, junto a la responsabilidad institucional del país.

En esa circunstancia, la corrupción también está presta y esperando, sin apuros, a los encargados de los órganos públicos: cuyos directores, así como los electos, senadores y diputados, los conforman, con la calidad, también de funcionarios públicos.


El pueblo elige, directa o indirectamente a sus representantes, a fin de que los mismos se desempeñen con claridad, libertad y virtud. No debiendo tenerse otro objetivo, más que el de disminuir la corrupción; haciendo comprender al ciudadano, que ha confiado en sus personas, por medio del trabajo a favor del bien común.

Se hizo costumbre la ignorancia interpretativa, de la ley, en toda democracia; que si no se controla, conduce directamente a la corrupción sistémica, al servicio del poder, que según la TGC, es naturalmente corrupto; sea cual sea el sistema político del país.

Teniendo esta realidad, los que lideran las instituciones públicas, deben comprender el grado de responsabilidad institucional, en un Estado constitucional de derecho, en nuestro caso, amparado por el artículo 106 de la Carta Magna vigente desde el año 1992.

El pueblo, por mecanismos constitucionales, puede exigir a sus representantes, cuando éstos caen en ignorancia de la interpretación; mostrándose renuentes a obedecer el mandato democrático y social.

Ese conflicto, entre los intereses del soberano y las influencias personales, de los funcionarios de alto rango, debe traer aparejado, inexorablemente, el juicio político o la renuncia por ética, de los afectados en el mismo.


 Solo así se puede cerrar el paso, a la corrupción sistémica, sobre los muros de los propios partidos políticos; dentro de la estructura de todo poder, demostrando así, responsabilidad institucional indubitable, ante la ciudadanía. Para levantar el país, moralmente, mediante la función pública, tan decaída en nuestro tiempo.

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