Así como se perdió el derecho a la
clasificación, para llegar a participar del mundial en el vecino país; existe
un alto impacto social dejado por la gran corrupción, que campea en todos los
órdenes del quehacer nacional.
Que, gracias a la democracia, estamos
comenzando a comprender. A participar, opinando, a través de un escrito público
o de Internet. Se pueden ver los daños colaterales de la corrupción sistémica
en nuestro país.
Según se ha estimado en la TGC , los países que más luchan
contra este flagelo son los más adelantados.
Nosotros desde Paraguay, podemos decir: Que el
impacto causado, en nuestra sociedad y su historia, por la pérdida de nuestro
ferrocarril, en manos de la corrupción sistematizada, aún no puede ser dimensionado,
al parecer, por las fuerzas vivas. Mucho menos explicado y difundido. La maldad
política, en contra de la gente humilde, con viso de supuesto progreso, a favor
de unos pocos politiqueros, hasta hoy, no encuentra límites.
Aquí nos damos cuenta de la falta de
civilidad, para contrarrestar a la ignorancia: Que devora los recursos
naturales y explota a la gente.
El ferrocarril del Paraguay, el primero de
Sudamérica, fue entregado por fuerzas fácticas, a favor del “monumento a la
corrupción”.
Nada mejor, tal vez, para dejar absolutamente
sin razón de ser, en lo económico, a una joven población como la nuestra.
Era un medio de transporte clave para un país
tan subdesarrollado, perdido por la ignorancia y la timorata omisión de su
clase política. Por no saber canjear, comercialmente, sus posibilidades
económicas; de modo a no producir un impacto social tan negativo. Hasta la
fecha, ni siquiera se sabe de ningún tipo de reclamos, para su restitución, a
la binacional Yacyreta. Así como tampoco se han indemnizado, en todos sus
costes, a los afectados en ambas márgenes.
Reconstruyamos nuestro ferrocarril, para
demostrar que en el Paraguay se está superando la gran corrupción; para que no
siga devorando al pueblo, a causa de su gran impacto social.