Los países subdesarrollados pierden,
diariamente, a sus recursos humanos, por la gran corrupción que aflora; sin
posibilidad de combatir; por la falta de enseñanza y metas claras a favor de
los jóvenes: en todos los ámbitos, desde lo deportivo hasta lo cultural. Eso
impide que se realice una verdadera renovación, sino más bien mecánicas
repeticiones, para seguir manteniendo sus sueldos. Entre supuestos educadores y
dirigentes, dirigidos, a favor de sus padrinos y comadres.
A veces, en mis correrías por el interior del
país, algunos parroquianos me dicen:
—“Aquí se les cuida mejor a los terneros
que a los niños, amigo. Porque aquellos, al tener cierto kilo, adquieren valor
inmediato; mientras que los niños solo son carga para la gente”.
Duele tal vez, decir la verdad, donde la
simulación es la norma: en manos de la corrupción, que según la TGC , si un país no trata de
enseñar a interpretar y comprender, en su real significación: no puede
progresar. Mucho menos en sus recursos humanos, que en nada pueden mejorar a la
función pública, como camino directo para ir evolucionando la política; que
es la única que, al final, puede disminuir el flagelo, que sacude al mundo de
hoy.
Una vez más, mis hermanos aborígenes me dieron
la claridad total sobre este problema, de los recursos humanos, para ellos,
diciendo:
—“Nosotros vemos que cada día llega, en
nuestra comunidad, un ONG con camioneta y bagatelas, que nos saludan y nos
dejan, prometiendo volver”.
Si preguntamos de dónde salen esas camionetas,
nos dicen “del puntero”, a nombre de los indios.
Así se manejan los recursos humanos en los países
subdesarrollados, en una democracia de boca y grandes promesas; pero, donde
nadie es responsable, para mejorar. Algunos encargados del poder ni saben lo
que se gasta en su administración; otros, son observados cual peón de estancia,
quienes deben aguantar, para seguir cobrando el sabroso sueldo de primer mundo;
al servicio absoluto de la corrupción sistémica, que maneja los recursos
humanos y materiales en el país.