A nivel mundial, contamos con dos visiones bien diferenciadas sobre la cuestión "corrupción".
Una, aún mayoritaria y visible, que aborda el fenómeno restrictivamente, como una cuestión exclusivamente gubernamental. Es la que más conviene, vale decirlo, al mantenimiento de ciertos cánones previamente aceptados a través de acuerdos internacionales comerciales; en primer término.
Por otro lado, por una cuestión de economía ente lo dual, reduce, aparentemente el tiempo de análisis profundo, reduciéndolo a un "cliché" mercadotécnico político.
Ni hablar de los principios de criterio empresarial que manejan gran parte de las ONG's a nivel mundial sobre el mismo tenor.
Ahora bien, vale decirlo también, existe otra visión: La que venimos desarrollando desde hace más de una década en la Fundación Podher, en Paraguay, y que tiene su desarrollo a través de la TGC y la doctrina de la curación social.
Esta perspectiva tiene que ver con el ciudadano; con la persona física que se encuentra ante el fenómeno y que no lo ve, como bien quisieran las cadenas de noticias, precisamente, como un simple espectáculo que entretiene sus vidas. Lo ven como la causa fundamental de la pobreza y la desigualdad humanas.
Como un retroceso sideral hacia los conceptos más primitivos de Estado y anti civilización. Una pérdida cultural insalvable.
Esa es la visión de los ciudadanos, y no es en vano. Buscan encontrar respuestas y explicaciones coherentes con los rangos de valor y formación que se han esparcido en el mundo occidental.
Están hartos del libreto de hollywood y la pista de aterrizaje. Quieren hacer parte del juego.
Exigen su parte democrática, con verdad y sinceridad.
De esas dos visiones, bien opuestas pero, porqué no, necesariamente integrantes, son las que buscan equilibrarse en el proceso de curación social que está viviendo la humanidad.