Trabajar por un país o tratar de mejorar la
vida, sin atropellar los legítimos derechos irrenunciables, de los ciudadanos,
dentro de una sociedad democrática es la función de todo político. Y si llega
al poder está aún más comprometido ante el pueblo que lo eligió que espera
solucionar sus problemas con él. En el caso del candidato perdedor también está
obligado, moralmente al menos, a buscar demostrar la verdad.
Ante este juego de la realidad democrática está
“la corrupción”: Que no tiene frontera, país, nación ni raza; todo puede
constituirse en elemento utilitario para conseguir sus objetivos, generalmente
económicos. Al trabajar en sistema, siempre está instalada antes de que asuman
los nuevos gobiernos.
El cuarto poder en cada capítulo le irá
resaltando lo prometido en su campaña política ante sus votantes, he ahí la
importancia de la libertad de expresión dentro de la democracia pero que es muy
resistida en los gobiernos de fachada democrática que en América Latina tanto gustan.
Ocurre así porque de esa forma se tapa con un velo a los poderes.
Ponen “dar acceso directo” a la información (¿a
la gran corrupción?), demostrado en la
TGC , sosteniendo el poder a través de la simulación. Mucho
discurso sobre libertad y democracia, de boca y propaganda agresiva, pagada por
la binacionales y orquestadas por serviles politiqueros.
Desangrando al pueblo se publicita con lujo de
detalles el porcentaje de falta de trabajo, seguridad jurídica y social.
En fin todos conocemos la raíz de nuestra
realidad nacional que es la corrupción, pequeña y grande, y lo primero que debe
disminuir para tratar de progresar en el país y levantar los valores y así
curar las instituciones.