Nuestra gente es muy condescendiente con la
educación, tanto, que a veces, pecan de exceso de confianza en los
educacionistas. Siendo que hay algunos que, últimamente, han utilizado el
“educar” con el único fin de lucrar; sin importarles mucho cumplir con su
verdadero compromiso con el conocimiento.
Esta libertad, a cargo de comerciantes del
rubro, sin mayores escrúpulos, más que para sacar plata, sin importar los daños
que se causa a una nación, aprovechando la corrupción sistémica política
existente. Todo, a nombre de colegios, escuelas y universidades, que sin contar
con locales y, amén, de buenos profesionales, nos da la más absoluta y
despiadada corruptela en las instituciones educativas.
Nuestros parlamentarios ganan sueldos de países
del primer mundo.
Nuestros maestros ganan salario de indigentes.
La injusticia educativa es el pan de cada día.
En los abusos en cuanto a lo privado, con las
altas cuotas; y en lo público, la falta de cumplimiento del gobierno, sobre lo
prometido y presupuestado.
Escuelas con apenas unos años de uso se caen a
pedazos. Niños aborígenes abandonados a su suerte, explotados al máximo en su
necesidad. Todo en nombre de la “educación” del país.
A todo esto, se debe sumar la inseguridad; por
falta de políticos capaces de enseñar y exigir que se cumpla con lo establecido
en la Ley. Para
conseguir, de a poco, superar la gran corrupción”, cuyo epicentro está en la
casta dominante o en el poder de la República.
Si seguimos permitiendo el robo de rubros y
usando el Ministerio de Educación para colocar a parientes, con altos sueldos,
sin mérito alguno; seguirá la esclavitud de los jóvenes en nombre de una
supuesta educación, que en forma sistémica, no es más que el caldo de cultivo
perfecto para la corrupción.