Se puede decir: La nueva era de la política paraguaya en la democracia está comenzando
a dar sus frutos.
Las cabezas de los partidos tradicionales comienzan a renunciar, comprendiendo su responsabilidad ante sus propios conciudadanos; el error que han cometido al excederse en los gastos de propaganda, violando la propia ley electoral, es a la vista el más cuestionable. Han impulsado mega personajes, por encima de los valores democráticos y las plataformas políticas valederas.
Renuncian, con el fin de evitar posibles cuestionamientos y necesarias respuestas. La corrupción sistémica a veces es insoslayable.
Aunque algunos de sus correligionarios seguirán pataleando en contra del famoso “Estado de Derecho”, en una flaca pero activa democracia.
No se puede luchar contra la pobreza convirtiendo a los más necesitados en cómplices de un sistema corrupto, vendiéndoles la idea de “trabajo” y “progreso en infraestructura”. Eso lo ha entendido muy bien el canciller estadounidense en su reciente misiva de “felicitación”. La prioridad es la disminución de la corrupción.
La “mezcla”, trayendo gente del capital privado, insertándolos en puestos claves del gobierno, pasando, de ser controlados por los organismos de regulación bancaria, a convertirse en “controladores”, de su propio negocio e intereses, ahora, desde el propio poder estatal. ¡Qué democracia nos espera! Ni hablar de la primacía del Estado de derecho.
El reciente cambio de funcionarios que han denunciado robos a los usuarios (INTN), demuestra la “fidelidad” de tal “alianza” y la intención de “corrupción cero” al asumir el actual gobierno quedó en el olvido. A esto debe sumarse la inseguridad jurídica y social.
Dentro de un Estado de Derecho, como ciudadanos, merecemos una democracia en progreso; participativa y con primacía de los valores. Eso es curación social.
Las cabezas de los partidos tradicionales comienzan a renunciar, comprendiendo su responsabilidad ante sus propios conciudadanos; el error que han cometido al excederse en los gastos de propaganda, violando la propia ley electoral, es a la vista el más cuestionable. Han impulsado mega personajes, por encima de los valores democráticos y las plataformas políticas valederas.
Renuncian, con el fin de evitar posibles cuestionamientos y necesarias respuestas. La corrupción sistémica a veces es insoslayable.
Aunque algunos de sus correligionarios seguirán pataleando en contra del famoso “Estado de Derecho”, en una flaca pero activa democracia.
La mezcla
Es bueno recordar a las autoridades actuales
así como a las electas, que esa idea, ya practicada de manera “oculta” desde
hace décadas, que consiste en la “alianza
público-privada” no favorece en nada a la disminución de la corrupción
sistémica, al contrario la fomenta. Y el objetivo de un Estado es mejorar la
convivencia no enviciarla más de lo que ya está. Lo mismo ya ha sido expuesto
en varias páginas de la Teoría General
de la Corrupción
(TGC), publicada en junio del 2011,
día 26, en el aniversario, precisamente de nuestra Carta Magna.
No se puede luchar contra la pobreza convirtiendo a los más necesitados en cómplices de un sistema corrupto, vendiéndoles la idea de “trabajo” y “progreso en infraestructura”. Eso lo ha entendido muy bien el canciller estadounidense en su reciente misiva de “felicitación”. La prioridad es la disminución de la corrupción.
La “mezcla”, trayendo gente del capital privado, insertándolos en puestos claves del gobierno, pasando, de ser controlados por los organismos de regulación bancaria, a convertirse en “controladores”, de su propio negocio e intereses, ahora, desde el propio poder estatal. ¡Qué democracia nos espera! Ni hablar de la primacía del Estado de derecho.
La experiencia
Lo que esta supuesta alianza formalizada ya nos
trajo fueron: el sistema de transporte, la banca, las cooperativas, las rutas
construidas por el Estado y luego concesionadas a los amigos, la educación
universitaria, entre otros avances notorios. Señores, los políticos seguirán
siendo políticos; los dueños de negocios lo harán al mismo tiempo.
El reciente cambio de funcionarios que han denunciado robos a los usuarios (INTN), demuestra la “fidelidad” de tal “alianza” y la intención de “corrupción cero” al asumir el actual gobierno quedó en el olvido. A esto debe sumarse la inseguridad jurídica y social.
Dentro de un Estado de Derecho, como ciudadanos, merecemos una democracia en progreso; participativa y con primacía de los valores. Eso es curación social.