Aparentemente, en este mundo globalizado todo
se puede relativizar; usando a la política con la maquinación y tratando de
interpretar las Constituciones y demás derechos fundamentales al servicio de la
“gran corrupción” de un país.
Esta acción en perjuicio de la democracia se percibe como injusticia e inestabilidad; como descontento, signo inequívoco de la existencia y primacía de la corrupción sistémica o “gran corrupción”.
En América Latina hemos tenido muchos ejemplos y seguimos soportando, por la falta de cultura cívica de los ciudadanos; siempre nos dejamos llevar por la percepción política y luego tratamos de justificar las decisiones “maquinando” para encontrar a los responsables de nuestra situación.
Seguimos diciendo que la causa está en la pobreza, en la injusticia. Que por eso hay niños en las calles, hospitales sin medicamentos, en fin, todos son hechos de corrupción con los cuales ya nos hemos familiarizado, olvidando, incluso, cuál es la solución real de fondo.
Tal solución nunca llega porque solo se especula, se maquina hasta conseguir el poder y de esa forma lograr los objetivos personales inmediatos, sin importar principio alguno, respeto ni mucho menos: racionabilidad.
Solo sirve estar a la orden del sistema, manteniendo de manera estable los cargos electivos; democracia comercial y excluyente, donde el servil es amo y señor: para los amigos y parientes.
Últimamente estamos teniendo personajes de la “palestra” que andan declarándose a sí mismos como “apolíticos”; y lo dicen, incluso, ante los mismos electores.
Una maquinación más que hasta convence a la gente, abonando mejor el campo para el perfeccionamiento de la corrupción sistémica, denominada enla T.G .C.
como “gran corrupción” o intraley.
La misma teoría nos dice que la política es la única capaz de llevar al progreso a las naciones siempre que respete a la cosa pública, para el beneficio de todos, pero, sin perder el Estado de Derecho.
Si hay duda, empecemos a controlar las acciones sociales que se impulsan desde el gobierno para solucionar las necesidades más urgentes, repartiendo dinero o bienes a los amigos y parientes, y de éstos, las migajas, al resto. Son las oportunidades para el enriquecimiento meteórico en un poder corrupto, financiado, a manera de política “social”, por los que más necesitan.
Esta acción en perjuicio de la democracia se percibe como injusticia e inestabilidad; como descontento, signo inequívoco de la existencia y primacía de la corrupción sistémica o “gran corrupción”.
En América Latina hemos tenido muchos ejemplos y seguimos soportando, por la falta de cultura cívica de los ciudadanos; siempre nos dejamos llevar por la percepción política y luego tratamos de justificar las decisiones “maquinando” para encontrar a los responsables de nuestra situación.
Seguimos diciendo que la causa está en la pobreza, en la injusticia. Que por eso hay niños en las calles, hospitales sin medicamentos, en fin, todos son hechos de corrupción con los cuales ya nos hemos familiarizado, olvidando, incluso, cuál es la solución real de fondo.
Tal solución nunca llega porque solo se especula, se maquina hasta conseguir el poder y de esa forma lograr los objetivos personales inmediatos, sin importar principio alguno, respeto ni mucho menos: racionabilidad.
Solo sirve estar a la orden del sistema, manteniendo de manera estable los cargos electivos; democracia comercial y excluyente, donde el servil es amo y señor: para los amigos y parientes.
La “ anti-política” y la
falsa política
Últimamente estamos teniendo personajes de la “palestra” que andan declarándose a sí mismos como “apolíticos”; y lo dicen, incluso, ante los mismos electores.
Una maquinación más que hasta convence a la gente, abonando mejor el campo para el perfeccionamiento de la corrupción sistémica, denominada en
La misma teoría nos dice que la política es la única capaz de llevar al progreso a las naciones siempre que respete a la cosa pública, para el beneficio de todos, pero, sin perder el Estado de Derecho.
Política, por en cuanto es, controlar las
“maquinaciones” a fin de disminuir paulatinamente la corrupción a gran escala.
Si hay duda, empecemos a controlar las acciones sociales que se impulsan desde el gobierno para solucionar las necesidades más urgentes, repartiendo dinero o bienes a los amigos y parientes, y de éstos, las migajas, al resto. Son las oportunidades para el enriquecimiento meteórico en un poder corrupto, financiado, a manera de política “social”, por los que más necesitan.