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Según
la TGC, si un ‘poder’ no puede controlar su estructura, predominará la
ignorancia y la injusticia en el gobierno, caldo de la corrupción sistémica.
Los gastos son cuantiosos, en el aparato estatal, pero sin la disminución de
los niveles de corrupción, es dinero perdido año tras año, para la puesta en marcha
de proyectos y planes decodificados como ‘tragada’ para los amigos. Flagelo tan
rebelde y contaminante como el lago Ypacaraí: hoy nuevamente con
cianobacterias.
Pero la
publicidad estatal y departamental, hablando de la ‘limpieza del lago’, con
bombos y platillos, no puede faltar; porque está incluido en el presupuesto y
debe gastarse.
La
influencia de la corrupción no es solo contra la ecología, tan descuidada en el
país; también la economía se ve afectada, avasallada por los avivados,
participantes del monopolio estatal.
Estamos
llenos de proyectos y estrategias, reciclados, cambiándole la fecha y nombres,
cada año. Pero en los hechos, poco puede verse de sustancial y continuo. Los ‘operativos’,
increíblemente, solo se hacen a la hora del ‘noticiero’. Los pronunciamientos,
al medio día. La promoción de ‘viajes’, acuerdos y demás disparates estatales,
durante todo el día por la TV pública, nueva panegirista del Ejecutivo,
últimamente mantenida con los siempre generosos aportes de los asegurados del
IPS.
Estos
costosos ‘mega proyectos’, se hacen a costa de una población carente de
preparación; los resultados son predecibles a simple vista: habrá más pobres y
necesitados al final de la engañosa exhortación de bajar la pobreza extrema,
por medio de la creación de empleos fantasma, temporales e insalubres, como las
que ofrecen, por la ventaja competitiva de un país de ‘empresarios’, las
grandes multinacionales. Las cuales en un Estado corrupto y desintegrado, de
alta clientela política, la mano de obra barata, para fabricar sus productos a
costo cero, para luego exportarlos sin tributar un centavo.
La
única forma de bajar la necesidad paupérrima en Latinoamérica, es tratando de
disminuir la corrupción sistémica en el aparato del Estado, amparados en los
principios constitucionales y de derechos humanos universales.
Nuestra
economía, que no se define hasta hoy, ni como social ni tampoco capitalista,
permite, con esta confusión, el funcionamiento saludable de la corrupción
sistémica; teniendo como operadores a los politiqueros, expertos en demagogia
barata, que hacen gala de ‘gran señor’, llevando a los centros educativos, la caterva
y el abolengo, sostenida desde la democracia bananera. Como cóctel hereditario,
el Estado se bebe en familia, pero siempre al servicio de la ignorancia y la
corrupción, permitiendo, como en tiempos del ‘único líder’, violentar los
recintos universitarios, con el ‘ku’ã joso’,
el chonguismo y la mediocridad; que
tanto daño han hecho a nuestra nación, durante un siglo. Porque mata la célula
madre, requerida para todo progreso social y cultural, de una sociedad.
Pero,
el horizonte no es del todo gris y rojizo, afortunadamente, porque estos hechos
están comprobando a los ojos de los jóvenes estudiantes, la necesidad imperiosa
de iniciar un proceso de curación social activa, con su participación y fuerza
innata, comprometida con los albores de la patria.
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