A este
principio de ciencia, gran favor le hace la política, ya que de ella depende el
progreso de las naciones democráticas.
Según
la TGC, el poder de un país, es la resultante del desarrollo de sus ciudadanos.
Por ende, la participación política, dentro del sistema social, bajo un Estado
de derecho, con libertad, es fundamental para levantar la cultura cívica. Un
aspecto, durante mucho tiempo, desconocido en toda Latinoamérica; muy
especialmente, en Paraguay.
Esta
realidad, nos hizo conocer a la corrupción sistémica, en cuanto a sus
consecuencias, por las cuales no esperábamos saber la verdad, a través de una
ciencia social, siempre muy abstracta.
Fuimos,
en política, moldeados de acuerdo a los intereses personales de los
politiqueros; con ideologías parciales, que responden solo a quien la promueve
en la sociedad.
Hoy, al
tener esta oportunidad de libertad de expresión y conocimiento, de lo que es la
ideología curacionista: existe un punto de apoyo, para la buena política, en
servicio del bien común.
Vemos
que la corrupción es inseparable de la acción política, cuya idea general es
común a todos los habitantes de un país, y, seguramente, del mundo entero. Por
eso, es de interés para cualquier sistema político; obliga a los
administradores de una nación o Estado, a
buscar la forma de bajar este flagelo universal.
En los
últimos tiempos, se ha vuelto costumbre la denuncia de los perjuicios,
ocasionados por la corrupción en las instituciones; sin comprender, tal vez, que
son los políticos, quienes han traicionado el principio y compromiso
constitucional, con la República, no las instituciones.
La
participación de los políticos en hechos, actos y prácticas de corrupción,
provoca cada día mayor desconfianza en la ciudadanía; acrecentada por el sensacionalismo
del cuarto poder. Se está produciendo una silenciosa eclosión social, sin
precedentes, de reacción hacia la corrupción sistémica, pero que en
contrapartida, genera en la gente decaimiento en la cooperación junto a las
autoridades. Es el efecto de un proceso democrático, fundamentado sobre el fraude
electoral, las promesas vanas y la política de alquiler de conciencia.
Nuestra
democracia, pese a sus imperfecciones, sigue dando muchas posibilidades para
mejorar; para saber y entender, el método preciso en la búsqueda de la disminución
del flagelo de la corrupción sistémica: una curación social paulatina, gradual
e integral.
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