Me
decía un parroquiano del Bañado Sur: “Si la corrupción es una ciencia, aquí
creo que todos somos, más o menos ‘másteres’; y los de arriba verdaderos ‘magister’
de la especialidad.
Según
la TGC, la ignorancia en la ocultación de todo poder, hace imposible la
comprensión a la generalidad, sobre la realidad de las acciones del aparato
estatal.
La
costumbre del país, es la ‘carencia de recursos’, de cualquier encargado
público, como limitante para realizar efectivamente su trabajo. Por más
paupérrima que sea su función, para la sociedad, hace percibir a la gente de
que toda política pública es de emergencia. Que la única forma de que el Estado
responda, se debe a la más absoluta postración de una comunidad. Esto permite,
como consecuencia, que las obras queden inconclusas, los proyectos mal
ejecutados y los fondos, siempre escasos y sujetos a las ampliaciones
constantes.
El perjuicio
sobre los pobladores de la zona, se puede verificar en el deterioro de la
calidad de vida, de cada ciudad o barrio del país.
La corrupción
sistémica, se sirve en muchos casos de la propaganda, para manipular la opinión
pública: mostrando que ‘todo está bien’. Pero meses después de la entrega de la
obra, se ven los grandes defectos en las mismas.
Gran
parte del desinterés por el bien comunitario, resulta de la mala disposición de
las ‘obras sociales’ del Estado; por eso, nuestra gente considera que la
corrupción, es conocida por todos en Paraguay. Las posibilidades de aclarar
mejor esta nueva ciencia, quedan supeditadas a la propia administración del
Estado: el cual debe disponer de las condiciones para que pueda ser enseñada,
para no seguir viviendo en el desconocimiento, de esta materia central de la
formación cívica.
Los
lugareños conocedores de la TGC, consideran fácil pedir al Estado la
aceptación, para ser incluida como materia educativa, para mejorar las
estrategias de lucha contra el flagelo.
El
aumento de la calidad de vida, en un país, no solo depende del estudio; pero sí, gran parte del conocimiento y el respeto de materias fundamentales, como la
ecología, tienen a la corrupción como su principal obstáculo. La curación
social entonces, se hace imprescindible. Cuando la enfermedad se ha
generalizado a nivel de instituciones.
Ya
basta de la superabundancia de proyectos, de politiqueros: que nada tienen que
ver con sus programas partidarios, de base prebendaria.
Los cauces
hídricos, cada vez más insalubres y peligrosos para la salud, tanto en los
bañados como en cualquier otro sitio del país. La calidad de vida es un derecho
constitucional, que no puede seguir siendo utilizado como anzuelo político,
para extraer recursos del erario, para sufragar los gastos de un proselitismo
sin fundamento.
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