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La corrupción y el 'control ciudadano'

El despertar de la democracia en el país, otorga la posibilidad de conocer, a todo el poder, por medio del control de los propios ciudadanos; gracias, al buen servicio de la prensa, también llamado ‘cuarto poder’.

Según la TGC, si la ignorancia en la ocultación de un poder, no disminuye sustancial y progresivamente, durante un gobierno, existe cada vez más injusticia. Bajo este principio se ciñe, la trascendencia del estudio de la corrupción, como una materia científica, en la acción política.


Porque, ser ciudadano siempre fue difícil, en toda democracia, en cualquier país del mundo; implica responsabilidad y conocimiento creciente, para poder elegir, expresarse y decidir. Pero, agregar a esto el denominado, frecuentemente, ‘control ciudadano’, resulta un oficio colectivo de difícil continuidad, muchas veces sujeto a los vaivenes económicos y los intereses.

El buen control ciudadano, cuyo objetivo único es el superior y deseable ‘bien común’, debe ser el corolario de toda democracia participativa y social, como resulta ser la nuestra, basados en la Constitución Nacional, pilar fuerte que sostiene los principios del derecho natural y del Estado de derecho.

La política, en el ojo ciudadano, debe ser capaz de conocer, corregir y cumplir con los postulados que sostienen el sistema jurídico, de buena convivencia; para dar tranquilidad y seguridad a la población en general.

Los desastres naturales, es cierto, son imprevisibles; pero, cuando se han destinado ingentes fondos del erario, para solucionar problemas estructurales y de infraestructura, que podrían mitigar los perjudiciales efectos de tales embates, la simple excusa de culpar a otros gobiernos, ya no cabe. Estamos, lisa y llanamente, ante un daño y perjuicio, patrimonial y moral, contra el Estado. El primer síntoma para que pueda denominarse ‘corrupción sistémica’, hablando con propiedad, basados en lo establecido en la Teoría General sobre la materia. Primera en el mundo, pero hasta hoy, invisible para la dirigencia política y socio-económica del país.

La fragilidad de la Justicia, nos ocasiona un Estado de inseguridad contagiante, donde sobresaltan los gastos públicos, para mantener una aparatosidad mediática, pero sin resultados mínimos, para la gente, para los votantes y electores, que sustentan la democracia republicana.

Son los objetivos financieros, de los cuadros de la corrupción sistémica, los que llevan la batuta hasta hoy, en prácticamente todos los estamentos del poder público.

El ejemplo palpable, es la figura del ‘prevaricato’, delito penado en el país; de nula aplicación, en toda la jurisprudencia. Es un delito de corrupción sistémica, cometido fácilmente, cuando se debe interpretar la ley; a fin de que pueda dejar de cumplir o hacer cumplir la misma, en un litigio, conflicto o cualquier tipo de decisión administrativa, legislativa o judicial.

Siempre, el ciudadano interesado por su comunidad, puede resultar molestoso al tratar de comunicar la verdad; sin importar raza, nación o partido, sino solo el progreso del bien común. Es decir, está tratando de combatir a ese ‘fenómeno’: la corrupción en sistema. De acuerdo a sus posibilidades, buscando la claridad, la libertad y la virtud, en sus quehaceres diarios. Entregando pequeñas ‘curaciones’, a sus semejantes; haciendo conocer para corregir.

Este trabajo, tan dificultoso, es el que generalmente realizan los hombres de prensa, aquellos imbuidos de mayor ciudadanía, compañeros de toda democracia verdadera. Es así como se está comenzando a construir la política para el bien común. Combatiendo la politiquería barata y gansteril, prebendaria y patotera: muy en boga en los sistemas bananeros de la región. De los cuales estamos tratando de salir; luchando contra la ignorancia en la ocultación del poder, fruto de ideologías parciales y dogmáticas, que siguen usando al control ciudadanos como muletilla, pero sin apoyarlo con ciencia y acciones concretas de apertura.


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