Aquí en el Paraguay todo es posible; hasta ver “helada”
en pleno verano. Lo cierto, es que siempre existe un motivo de sorpresa; que,
por cierto, nunca sorprende mucho al paraguayo. Razón de ser, también de los
guaraníes.
Sin pretender alargar mucho, a mis conciudadanos puedo
decir, que constantemente somos visitados por verdaderos vendedores de
baratijas, con recetas internacionales enlatadas; a quienes estamos obligados a
escuchar, impávidos en las centrales obreras, en las asociaciones y en otras instituciones del país.
Pero, al parecer esa es la vida de los países
subdesarrollados. Por lo tanto, casi no me interesa, lo que dicen tales
habladores. Lo que sí me importa, es ir llegando a cada una de las familias
paraguayas, para alzarlos en esta carrera de los éxitos políticos nacionales. Ya
que tanto triunfaron los informales y los aventureros, pues, es hora que las
familias, responsables de este país, tomen el timón, para hacer una nación
grande.
Cierto que habrá dificultades, que tenemos que ir superando
de a poco, todos juntos; porque ya no es posible dejar este deber cívico, en
manos de ventajeros y aventureros, supuestos afiliados a partidos políticos,
que no hacen otra cosa, más que ver el quiénes son los aportantes. Como
políticos de maletines y cuello blanco, tan abundantes, en toda la geografía
nacional.
Pero esta vez, la gente de bien, levantará su bandera de
hoja y pluma, para liberarse de tan horrible maña, que vende y explota a la
gente cual mercancía de feria, al mejor postor, sin miramiento ni nacionalismo.
La doctrina curacionista considera, que la corrupción,
solo puede ser disminuida con una sociedad más preparada y consciente, que
conozca la corrupción, que la palpe, no solo como un delito, sino como la razón
de su lucha, por la democracia y el desarrollo de su pueblo.
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