En estos últimos días del
año, la gente está en conflicto permanente; por los cambios y subas, en los
productos de primera necesidad: sumado a la poca atención con que cuentan, en
esta época, los hospitales públicos.
Me decía un parroquiano,
en el Bañado Sur: —“Si estos imputados,
peces gordos, devuelven lo defraudado, no se necesitará aumentar el costo del
pasaje. Hasta los niños, en las escuelas, podrán tener sus meriendas”
Según la TGC, la falta de
conocimiento, de lo que es la corrupción, objetivamente, en el derecho, lleva a
la población al conflicto permanente.
Duele mucho repetir, que,
a la corrupción no le interesa ideología, raza, nación o estado; todos le son
útiles, hasta tanto la población comprenda la realidad; que se debe tratar de
disminuir el desconocimiento del problema, de modo a llevar al progreso
verdadero a la colectividad.
Los representantes, hoy
imputados, son los que hacen al pueblo un tanto desconfiado. La politiquería de
otra época, “bananera”, aún está en la conciencia familiar del campesinado.
Creen que estas
intervenciones, son camino para limpiar sus antecedentes, antes que recuperar
lo defraudado, desde sus ministerios. Sin embargo, se habrá dado el primer paso
al desaforar a los responsables, según el artículo 106 de la Constitución.
Ahora, solo nos resta
esperar que los administradores de justicia, encuentren la ética y la equidad,
en la difícil interpretación, cuando se trata de la investigación y
juzgamiento, de actos y hechos de corrupción. Será la única forma de calmar al
pueblo, dolorido por la suba de los pasajes, en perjuicio de los más
necesitados: caldo de cultivo perfecto de la corrupción sistémica.
Los conflictos
permanentes, son consecuencia de la mala aplicación de las normas, tanto
laborales como sociales, todo parece confundirse; sin principios, ni respeto,
por los derechos humanos universales.
Hoy falta todo tipo de
previsión; tanto de agua como de tratamiento de efluentes. En cada cuadra
revientan los caños, por la carencia de redes cloacales.
Recién parecen sentirse
los efectos, de la tala indiscriminada de los bosques, por el desprecio
político por la ecología; el calor es abrumador; los ríos principales y sus
afluentes, totalmente contaminados: mientras se siguen construyendo puertos
privados en sus orillas, sin ningún tipo de control ambiental serio.
Es un conflicto permanente
entre los intereses de los particulares, del poder fáctico; frente a los
legítimos derechos, de los intereses difusos, que todos y cada uno de los
ciudadanos, tiene la facultad de reclamar.
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