Para la gran corrupción,
la economía es su caldo de cultivo perfecto. En los países subdesarrollados,
haciendo uso de un mercadeo implantado, sobre una supuesta necesidad, manejada
hábilmente en los poderes.
Según la TGC, un sistema
democrático verdadero, es la mejor manera de disminuir el flagelo. Por eso, hoy
nos damos cuenta, a través del cuarto poder, lo defraudado al sufrido Estado,
en los distintos Ministerios y sus ex ministros, a nombre de los campesinos;
esperanzados de siempre, en lograr un levante en su paupérrima situación.
Este mercadeo,
implementado constantemente en el país y sus instituciones, nos va ratificando
que el bienestar de algunos, por medio de una economía, según la balanza y sus
porcentajes de aumento, es a costa del perjuicio de toda la población.
Mientras, la generalidad
de los ciudadanos, están desesperados por el incremento en los costos, de todos
los productos y servicios de primera necesidad. Principalmente en el transporte
público.
Indudablemente, mientras,
seguimos permitiendo, en el mercado internacional— para mantener la burbuja—
todo tipo de abusos, en contra de nuestros recursos hidroeléctricos; a favor de
nuestros vecinos, a nombre de la corrupción sistémica.
No hay piedad ni
consideración para nuestros aborígenes y niños trabajadores, que seguirán
mendigando, en las calles y plazas de la capital; ya que sus hábitats naturales
están siendo destruidos por la agro-producción, envenenando sus arroyos y
casas.
Una democracia
representativa, de orden social, con libertad de acción y pensamiento, se va
degenerando, de a poco, por el mercadeo implementado, a favor de la corrupción
sistémica; persistente y resistente, en los poderes, como las termitas en los
árboles urbanos.
“La costumbre hace ley”:
cada minuto hay menos emprendimientos, jurídicamente aceptables, y algunas
contrataciones directas, a favor de los “amigos”, se realizan con la obscuridad
de la ignorancia y la corrupción sistémica galopante.
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