Cada cinco años aparecen
nuevos hitos de la corrupción, en nuestro país, con obras paralizadas, producto
de realizaciones pasajeras. Sin respeto de un estudio serio, ante la opinión
pública; que debió estar acorde a nuestra economía y disponibilidades; de
acuerdo a la realidad objetiva.
Según la TGC, todos los
funcionarios públicos son responsables, como lo establece el artículo 106 de la
Constitución. Sobre el perjuicio ocasionado, por las obras sin terminarse.
En base a informaciones de
prensa, la auditoría contratada por el gobierno, ha detallado sumas siderales,
erogadas por el Estado, por obras que nunca se hicieron. De ser ciertas,
resultan de mucha gravedad, sabiendo de las carencias en que se desenvuelve el
Paraguay, en todos los ámbitos.
Las empresas “público-privadas”,
están totalmente en quiebra técnica, según entendidos en la materia, y deben
ser penalizados todos los responsables de estos: hechos, actos y prácticas
cometidos por la corrupción sistémica.
La democracia no significa
sencillamente, presentar cuánto se robó y luego callar la realidad. Por la
corrupción sistémica, hasta obras monumentales se transforman; se las puede
presentar como mezquita, sin ser basílica. Lo cierto, es que el poder y la
ignorancia, hacen y desdoblan, según el interés en recaudar.
También perdimos el primer
ferrocarril de Sudamérica, y nos ganamos el premio de campeones en corrupción,
beneficiando a nuestros vecinos, contaminando nuestra agua dulce y matando a
los aborígenes. Expropiando sus tierras y apresando a compatriotas, por pedir
una parcela de tierra para cultivar.
Pero, mientras, no hay
signos de que se devolverá lo defraudado al sufrido pueblo: en salud, educación
y seguridad. Aún sabiendo de las “paladas iniciales” y la proclama de “corrupción
cero”, las obras están paradas, por ignorancia en la ocultación.
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