Indudablemente, a
cualquier jurista le será difícil hablar del imperio del derecho; en el mundo
actual, de caos y globalización, movido por las reglas mezquinas de la
economía.
Según la TGC, la
corrupción es madre del poder y del derecho. Así se forma una pirámide perfecta
de corrupción, poder e ignorancia; en cualquier parte del mundo civilizado.
La ignorancia es la que
eclosiona de manera constante, mientras los dos elementos restantes, están
quietos y acondicionando la estructura para el devenir.
Al tener la ignorancia
grados, que operan en la corrupción sistémica, se puede advertir que el tercer
nivel corresponde a la ignorancia interpretativa. Expresada en cualquier decisión de poder, para la
aceptación, control o cumplimiento, dentro del orden del imperio del derecho.
Esto es así, tanto nacional como
internacionalmente.
Los países suscriben
tratados, de cumplimiento obligatorio y de buena fe (pacta sunt servanda), según el imperio del derecho. Su
incumplimiento debe traer aparejada una sanción, de los organismos internacionales,
dentro de los cuales nuestro país es parte, y ha ratificado sus principios.
Aparece la ignorancia interpretativa,
cuando algunos con pecados capitales, pretenden dar como un “hecho consumado”,
la vejación del derecho. Imponerlo sobre toda la población. Es una característica
común en todo acto o hecho de corrupción
sistémica, en Latinoamérica. Donde la profesión también ayuda a ser diferente
en la vocación. Que puede que la hayan errado, siendo hoy lo que no han querido
ser; pero, obligados a la buena vida, eligen ser número político.
Nuestro país, debe cambiar
si somos parte esencial del Tratado de Asunción, que crea el Mercosur. Es hora
de hacernos respetar.
Esta doble violación del
tratado, que se está por concretar, constituirá una afrenta al artículo 143 de nuestra Constitución, donde se
establecen claramente los principios rectores, innegociables, irrenunciables e
inalterables, que deben regir las relaciones internacionales en las cuales la
República del Paraguay se verá involucrado, tanto hoy como en el futuro. Es
nuestro marco rector, y cualquier decisión, del poder estatal que fuere, carece
de validez. La ignorancia de nuestros gobernantes actuales, en los tres
poderes, de concretarse, no exime las responsabilidades emergentes, ni tampoco
cercena las defensas y desagravios, a los cuales cualquier ciudadano paraguayo,
podrá acceder en cualquier momento de nuestra historia patria.
El imperio del derecho, en
una democracia representativa y un Estado de derecho constitucional, en
libertad de acción y pensamiento; con un pueblo deseoso de superar los abusos y
atropellos cometidos en contra del país y sus intereses. Apañado siempre por
los politiqueros, manejado por el imperio “jurídico” fáctico de mentes e
intereses foráneos.
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