Nada más justo, tal vez,
que la denominación dada por una persona ilustrada, sobre la cuestión de la
corrupción. “Pulpo gigante”, que en América Latina, los vivimos y conocemos día
a día, tanto en la política, como en cualquier menester; por la transversalidad
de este principio de ciencia.
Alguien que ha experimentado
de manera personal, la llama de “pulpo gigante”, cuyos tentáculos se alimentan
diariamente de los más necesitados.
Según el Juez Garzón, este
pulpo nunca se llena ni contenta; y se debe tratar de controlar y disminuir,
superando la ignorancia en la obscuridad.
Como se ha establecido en
la TGC, si un pueblo no trata de combatir la corrupción, ésta le impedirá
progresar.
Siempre se trató de
perseguir, “transparentemente”, a este flagelo; pero solo de boca, usada,
comúnmente, para recaudar, lícitamente ante la sociedad. Acomodando en
interpretaciones, cualquier acto, hecho o práctica, que se cometía a nombre de
la lucha, en todo momento.
Hubo cabezas de poderes,
según la prensa, que en otras épocas, contrataban expresamente personales, para
acallar las acusaciones internacionales, haciendo caer ciertas “piezas” en
aparatosos “operativos”.
Nuestro sistema
democrático, representativo, en libertad de acción y pensamiento, nos está
dando la fuerza para pedir: claridad, libertad y virtud. Para poder progresar
paulatinamente, superando este “pulpo gigante”. Con desarrollo, de acuerdo a
nuestras posibilidades; no a las atropelladas, manjar favorito de la gran corrupción.
Ya que en la economía de
los países subdesarrollados y corruptos, aparentemente, todo falta y nada se
hace con responsabilidad, y al final de cualquier proyecto adornado, maquillado
y aceptado por nuestros representantes, salimos perjudicados, tragados y
consumidos, siempre, por este “pulpo gigante”. La mascota de Latinoamérica.
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