Me decía un
parroquiano del Bañado Sur: —“Tratar de
justificar la muerte, siempre se ha hecho; pero, ¡la corrupción sistémica debe parar,
al menos, por respeto a los aborígenes!...”.
Según la
TGC, el poder tiene la posibilidad de bajar toda corrupción, al limpiar,
frecuentemente su estructura, de la ignorancia en la ocultación.
La suerte
de los “indios” en América Latina, siempre fue la peor; hasta hoy, sigue
habiendo muertes por hambre, como la ocurrida recientemente en las narices de
la propia autoridad administrativa.
Las instituciones
encargadas, nunca funcionan, por los hechos, actos y prácticas de corrupción sistémica,
a nombre del Estado social de derecho.
Tenemos
leyes claras, pero cuyo cumplimiento, a favor de nuestros hermanos aborígenes,
resulta todavía impracticable. Porque se les aprovecha fácilmente, por la falta
de control y seguimiento, con justicia.
El gran
interés de los capitalistas, de seguir expropiando sus lugares de vida y
pastoreo, cuyo resultado ha llevado, a la mayor parte de las comunidades, a
llegarse a la capital, tratando de hacer notar los perjuicios causados a sus
etnias, en el interior.
La
democracia ofrece la posibilidad de conocer la realidad, la claridad y la
virtud; para procurar hacer cumplir los principios del Estado social, también a
favor de ellos. Haciendo respetar sus
hábitats y protegiéndolos ante la sociedad de consumo, que constantemente los
va llevando al exterminio físico, social y cultural.
Los
bárbaros que se aprovechan de la corrupción sistémica, expoliando a los
nativos, siempre estarán a la orden del día, para denigrar a su propia
condición humana. Pero el derecho, no puede hacerse a un lado, bajo la excusa
de la carencia de medios económicos. Esa debe ser la regla en la acción
política, no la excepción.
Esperemos
que los encargados de velar por el bienestar, a la luz de los hechos, sufridos por los primigenios pobladores de
esta tierra, vayan superando la ignorancia en la ocultación, para poder superar
la inacción que genera la corrupción sistémica.
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