—“Sin la comunicación de la prensa, la
corrupción sistémica sería devastadora, tal vez”—me decía un alberdeño.
Según la Teoría General de la Corrupción (TGC),
la ignorancia en la ocultación del poder, tiene como su enemigo natural a la
prensa.
Últimamente
la gente considera efectivamente, a la prensa, a la hora de hacerse oír como
ciudadano y defender sus intereses comunitarios; cuando los legítimos
encargados, no cumplen a favor de sus propios electores.
Cualquier
hecho, acto o práctica de corrupción sistémica, publicada a través de la
prensa, adquiere carácter público y los fiscales deben tomar las denuncias,
para hacer cumplir el Estado de derecho.
—“Si
fuera tal el proceder, aquellos gobernadores e intendentes que tocaran la plata
del Estado, y que son de conocimiento público, deberían estar todos procesados
e intimados a devolver los ingresos desviados; de los cuales se privó a los
campesinos, indígenas y principalmente, a la educación—insistía el hombre
del Sur.
Las
publicaciones, han hecho saber las bromas de algunos parlamentarios, que en
esta navidad, podrán meditar mucho sobre la política y el cómo terminaron
cayendo en la politiquería, en perjuicio de sus partidos y familias.
Nuestra democracia
ha comenzado a distinguir, con absoluta claridad, libertad y virtud, que la
ignorancia no puede ser admitida en el derecho, ni alegar como defensa de los
funcionarios.
Al manejar
esta realidad, el famoso ñembotavy de
los encargados de administrar la ley, caen en prevaricato. Esta sería la razón
del porqué luchamos por la democracia verdadera; con respeto del derecho, de
cuyo cumplimiento siempre debemos estar muy atentos, exigiendo a la justicia,
la resolución de cualquier intento de torcer la ley y su interpretación, al
servicio del silencio y “a su orden”, de épocas pasadas, tan perjudicial al
progreso de los pueblos.
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