—“Aquí la confianza ha terminado, sea de
parte de los administradores como de los gobernados; la corrupción sistémica se
la tragó”—afirmaba un poblador del Alto Paraná.
Según la
TGC, el poder, con una estructura al servicio de la ignorancia, lleva a la
mayor injusticia social.
En toda
política se necesita confianza para tratar de hacer progresar a las naciones.
Por eso, cuando la gente comienza a percibir la pérdida de criterios de
justicia, en el Estado, comienza la inestabilidad y el encarecimiento de las
cosas.
La
politiquería parece triunfar, pero sus castillos se desploman al comprobar el
pueblo la farsa, utilizando a la estructura del Estado en su propio beneficio.
La
democracia verdadera, por medio del cuarto poder, puede separar los hechos
objetivos de las fábulas de campaña electoral. Solo así se podrá hablar, alguna
vez de desarrollo.
—“Si los propios uniformados están
comprometidos, constantemente, con hechos, actos o prácticas de corrupción, ¿en
quiénes vamos a confiar ya entonces, principalmente en la frontera?”—insistía
el paranaense.
Esta
percepción, de falta de una buena administración de justicia, genera
inestabilidad jurídica, para hacer nacer la desconfianza.
La
libertad, en una democracia, puede permitir sanear la sociedad, al conocerse
las causas de los posibles acontecimientos, que involucren manejos obscuros,
que favorecen a grupos cercanos a los politiqueros y “sin novedad”.
El
populismo, se llena de proyectos y propaganda, pero sin bases reales para su
cumplimiento real; empezando con la financiación, por medio de préstamos
internacionales, encadenando el futuro de la población, a un lustro de atraso,
por un año de crecimiento ficticio.
La campiña
y las fronteras están muy resentidas, al ver el despojo de los bienes del Estado, al
servicio de unos pocos, mientras los indígenas y campesinos, hasta por
recolectar “yuyos” deberán pagar. A causa de la corrupción sistémica, con
confianza.
Comentarios
Publicar un comentario