—“Aquí
en Paraguay, los negociados de la corrupción sistémica, están en las subastas
públicas”—me decía un parroquiano del Bañado, cerca de Cateura.
Según la
TGC, la ignorancia en la ocultación del poder, acomoda los bienes públicos,
según el beneficio personal de los administradores de turno. Esta circunstancia
genera desconfianza en la gente.
Las
instituciones que deben velar por la integridad, del patrimonio público, están
muy propensas últimamente, a las concesiones y subastas.
Con ello,
al tratar de justificar, un inminente acto de corrupción, en perjuicio de
trabajadores, se trae, tomado de los pelos, un artículo constitucional de “emergencia”.
Confundiendo, por ignorancia, la aplicación de la ley, con la legitimación de
actos irregulares.
A tanto ha
llegado la corrupción sistémica en el país, que algunos directores hoy admiten
una subasta, y mañana, recurren a la venta directa.
Lo mismo
ocurre en todos los lugares y procedimientos, administrativos o judiciales.
Pero, la cuestión más resaltante surge cuando la propia Carta Magna se acomoda
a favor de los politiqueros.
Nuestra
democracia con libertad y prensa libre, está demostrando su aporte a favor del
desarrollo del país, apuntando a la necesidad de disminuir el flagelo. Si es
que pretendemos vivir con claridad, libertad y virtud; sin ignorancia; para
proseguir el progreso social.
La subasta
pública, resulta un muy buen medio de obtener recursos, salvables para el
Estado; en este caso, de un ente previsional.
—“Los
bañadenses conocen mucho de los manejos públicos, al estar sus viviendas
pegados a la capital y orillando a todas las instituciones”—insistía el
asunceno. —“Por eso tal vez, los politiqueros quieren el desalojo de los mismos,
de la Chacarita y demás lugares”—.
El trato y
causa de la corrupción sistémica, todos conocemos, ahora falta corregir su elemento,
la ignorancia, para poder disminuirla gradualmente.
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