Me decía un
poblador del Alto Paraná: —“La pobreza
del país se ha acentuado, por la corrupción sistémica, cuya consecuencias caen
directamente sobre el campesinado”.
Según la TGC,
la ignorancia en la ocultación del poder, utiliza la percepción en la política.
—“El populismo es la regla en la política y
los campesinos son, tal vez, sus chivos expiatorios”—me repetía el
paranaense.
Hoy
nuevamente se han comprobado el incumplimiento de las obras prometidas y
presupuestadas. Tanta promoción de parte de los encargados de hoy, como ya
ocurrió en otras épocas. Un libreto que suele terminar con imputaciones
pasivas, sobre supuesta corrupción, para que luego algunos terminen sus casos
diciendo que: “ya se devolvió el dinero y
que no hay lesión al Estado”.
Si la
corrupción es el origen de todos los males y las necesidades, nuestra
democracia debería cuidar y usar la claridad, la libertad y la virtud, para
disminuir objetivamente este flagelo de alcance mundial.
Los floreos
del presupuesto y la charla pagada a los amigos, deja más pobre a la educación,
antes que dar soluciones.
El cambio
climático, cada día irá empeorando la suerte de todos; pero principalmente del
campesinado. Es hora de comprender sus potencialidades, localmente, y la forma
en que ellos mismos puedan gestionar la solución a sus múltiples problemas: que
normalmente surgen por la falta de una buena doctrina a seguir en la acción.
Nuestra
posición geopolítica en Sudamérica, nos hace merecedores de una “gran
notoriedad” en la clasificación de percepción de la corrupción. Pagamos muy
caro la corrupción política sistémica, movida por la ignorancia, a costillas de
los sufridos aborígenes y campesinos; para mejorar y simular el capital
floreciente de los herederos de la expoliación.
Si a esto
se suma la falta de civismo y el buen respeto de un Estado de derecho, la pobreza
resulta intrínseca en todo el país y no simple numerología.
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