El
poder público, tiene como vimos, una directa relación con la virtud ética,
porque tanto ésta como el poder o fuerza de su ejercicio, emanan de la
Constitución Nacional.
Es
la Carta Magna o Carta política de una nación la que le otorga fuerza y poder
de actuación y decisión. Este poder de actuación y decisión, viene dado por los
valores comunes a todos los ciudadanos, como ser la justicia, la fraternidad,
el bienestar social, la salud, la vida, etc.
Todo
el poder público, debe estar ordenado y regulado; organizado y puesto en marcha
en función a estos valores fundamentales. Esa es la aspiración de la sociedad,
que, por ejemplo, en una democracia representativa como la nuestra, a través de
sus constituyentes a determinado los valores que se deben respetar en el
ejercicio del poder público. Tanto de los gobernantes como los gobernados. Y
todos estos valores se rigen por un principio de justicia y de igualdad ante la
ley. Sin los cuales, las normas sería meras declaraciones de derecho, sin
ningún fundamento superior.
La política, como ciencia y arte que
trabaja por el bien común, ya se traduce en su cometido, como una aspiración
ética fundamental. Pero que debe traducirse en la acción tanto de acción social
permanente como en la acción específica como gobierno. Sin embargo, la
política, hoy, es entendida solo como batalla electoral permanente. Tanto antes
de ejercerse el gobierno como durante el ejercicio de un período o más.
Allí
se favorece a la formación de perfectos sistemas de corrupción, actuando como
un sistema reproductor, tal como lo afirman Martini y Yore, sociólogos
paraguayos.
Esta
mutualidad de los sistemas de
corrupción, con los sistemas pro electoralistas de vivir y ejercer la política,
tiene su explicación nuevamente en los conceptos de pancorrupción y derecho
natural, y en la lucha antagónica de las dos fuerzas, una sólida y otra
fluídica, que entran en interacción social.
Como
vimos, los esquemas de poder, como acción, fuerza y violencia coactiva,
proceden directamente de la pancorrupción. Y que si no son contrapesados por el
poder virtud, se convierten
directamente en sistemas de corrupción. Y la forma en que se manifiesta el
poder virtud es a través de la ética, y la superación de los puntos de
ignorancia de la sociedad, que son los que permiten la obscuridad y el
ocultamiento.
Muy
bien, si un gobierno se dedica, a la par que gobierna, a realzar una campaña
política a favor de la candidatura de un intendente, de su mismo partido, o de
su movimiento, automáticamente, el poder virtud, como potencia del poder,
desaparece, y convierte a su ejercicio gubernamental en una situación de facto.
Donde rigen solo las estructuras del poder, donde la ética se encuentra oculta,
ya que solo se hace lo reglamentado, dejando
de lado la justicia, la virtud y la legitimidad.
Este
gobierno, deberá tomar medidas gubernamentales para favorecer a su candidato. Deberá hacer lo posible,
directa o indirectamente para favorecerlo. Allí es cuando se originan las
prácticas corruptas tales como el prebendarismo, el nepotismo y las
licitaciones amañadas.
La
acción de un gobierno así, sigue siendo legal, pero se convierte en ilegítima e
injusta, y si se hicieran investigaciones más objetivas, se encontrarían
sistemas de corrupción funcionando perfectamente. La inconstitucionalidad es
latente y permanente, y con ello, la política, apartada de la virtud ética, se
convierte en un mero abuso de poder corrupto.
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