A
primera vista, nos parece que existe mucho desinterés en el manejo de la cosa
pública; en el poder actual. Pero, la dejadez, al parecer se presenta solo cuando
es para el beneficio de la ciudadanía; no para repartir prebenda, contratos y
beneficios de élite.
Según
la TGC, siendo el poder naturalmente corrupto, de origen; al abandonar el
principio de ‘bajar los niveles de ignorancia’, la injusticia será su rumbo.
Estamos
muy golpeados por la crecida de los ríos y por la falta de organización,
previsión y planificación demostrada, con respecto a los humedales, que de
manera cíclica, deben crecer, a contracorriente de la exasperación urbana
desordenada.
Esta
aparente “imprevisión y emergencia”, sigue siendo muy bien aprovechada en
algunas instituciones, con fines proselitistas; una forma de campaña
politiquera, inhumana y gansteril, a costa de la desesperación del prójimo.
Conseguir votos, para la futura lista, sigue siendo la consigna. El bien común,
se lo lleva el viento.
Nuestra
democracia ha crecido, a través de la prensa, demostrando a los ciudadanos: los
hechos, las prácticas y los actos de corrupción sistémica, de los encargados de
los tres poderes. Algunos de ellos, representantes del pueblo, finalmente, ya
han comenzado a reaccionar, bajo sus prerrogativas legales, a fin de poder
frenar el abuso y hacer cumplir el derecho.
Es
cierto, hay desinterés en el manejo del IPS y otras instituciones; tan unidos a
las necesidades básicas de toda la población. Encima, ciertos intérpretes de
la opinión pública, hoy dicen ‘que tal o
cual ley se debe “adecuar”, para superar estas realidades y devolver la
tranquilidad a sus protectores’. Instituciones con capital concentrado de tinte
obligatorio, como el de la Previsional, son utilizados como caja chica de
politiqueros y amigos; lo que va curtiendo a los afectados, obreros y
asegurados, que siguen sin la mínima protección adecuada, a la ingente suma de
sus aportes mensuales acumulados, en décadas de corrupción.
Si el
poder central no trata de corregir estas anormalidades, el mismo se convierte
en cómplice directo de la corrupción sistémica, en estas instituciones.
Callando o permitiendo la mala administración. No debe ser la prensa la que se
adelante a denunciar, para que se amague actuar. Es la población mayoritaria,
la que exige disminuir drásticamente los niveles de corrupción sistémica, que
agobian a las personas y familias que viven en este heroico país.
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