Me decía un parroquiano del Alto Paraná:
“La corrupción, hasta alfombra roja le coloca a los nuevos mandamases”.
La TGC, explica, objetivamente, porqué
cuando la gente pierde la fe en los actos de gobierno, florece la injusticia.
La corrupción sistémica ha combinado
todos los colores, en nuestro país. Pero, de lo que la sociedad haya
experimentado, es la primera vez que una empresa vialera, ganadora de una
licitación, tenga que alquilar maquinarias de otra, a fin de realizar un
“teatro de inauguración de ruta”.
Lo particular y llamativo, es lo mucho
que han denunciado a las constructoras locales, sobre corrupción; sin embargo,
también han caído en el mismo sistema; solo que esta vez, con más charme. Con
alfombra roja, ante la prensa bien informada, como toda democracia en libertad.
Son los lugareños, quienes finalmente
dirán, si las obras se hacen realidad en el plazo prometido, con simbolismo
incluido.
Si bien, debe ser reconocido, que la
realidad distorsionada, consistente en ocultación e ignorancia, normalmente
suele desembocar en corrupción sistémica. En cualquier sistema político; porque
no existe otro objetivo más que recaudar
a costa del Estado. Cuyos costos reales, terminan pagando los
ciudadanos, con sus impuestos.
Esta costumbre, decía este señor
paranaense, “no me resulta nada extraña. Era común en la época pasada; cuando
los actuales mandamases, retoñaban, preparándose para seguir con el mismo
sistema.
Con el mismo partido, también se hacían
inauguraciones de hospitales , en toda la geografía patria, cuyo equipamiento, terminado el acto, era retirado para ser montado, en otra inauguración “histórica”.
Pero, lógicamente, la facturación para el Estado, se hacía para cada presentación.
Así funcionaba el progreso “bananero”,
que al parecer, por medio de la democracia de fachada, sigue vigente.
La claridad, la libertad y la virtud, que
son necesarias para la coexistencia democrática, deben ser exigidas por el
cuarto poder. Obligado a contar la verdad de los hechos, actos y prácticas de
corrupción sistémica. Es la única forma de ayudar a los ciudadanos, que, pese a
la necesidad y la emergencia, no pueden seguir callando, ante las bromas de sus
gobernantes, embebidos, en la ignorancia y la ocultación del poder.
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