Me decía
un parroquiano del Bañado Sur, “nosotros sabemos nuestras limitaciones en el
manejo de nuestra economía”.
Según
la TGC, la ignorancia en la ocultación disminuye a través de la democracia
verdadera; y cuál es la forma de identificarlo, por el modo del accionar del
cuarto poder o prensa.
Aquí en
el país lo menos aprendido, tal vez, sea la capacidad de limitarnos a vivir de
acuerdo a nuestras posibilidades reales económicas. La burbuja es la constante,
se hincha hasta donde puede y luego termina desintegrándose en el aire.
Vivimos,
a nivel país de la misma forma, con el aparato estatal y el sector privado: en
la misma burbuja. Manejada ésta por la corrupción sistémica, que cuenta con sus
directores técnicos en cada repartición del Estado.
El
botín preferido es la promesa incumplida, a favor de la pobreza extrema:
senadores y diputados con sueldo de primer mundo, valiéndose del voto y la
miseria de campesinos, indígenas y niños en las calles; enfermos y desnutridos,
sin poder salir de sus limitaciones.
Sin
embargo, siguen habiendo politiqueros de fuste, que pretenden convencer sobre
las soluciones mágicas, sobre la parte más débil de la sociedad.
La
democracia nos da posibilidad a los ciudadanos de manifestarnos, tanto mejor
sería si hubiera también organización social democrática en todos los niveles:
pero la lucha por la mejor convivencia es así.
Aún
sabiendo sus limitaciones, hoy siguen presentándose líderes de pasillo,
aprovechándose de la falta de civismo y lectura en el país.
No debe
alarmar tanto que lleguen a sus curules, sino debe hacerse crítica sobre el
proceder en contra de la propia democracia y del Estado de derecho
constitucional, sobre el cual juraron solemnemente.
Todo es
posible, es un país de ensueño. No importan las limitaciones, tal como
expresaba el parroquiano, tan justo y criterioso.
La
ignorancia es el caldo de cultivo de este proceso sin límites, en
Latinoamérica, donde prima la ocultación para favorecer a la corrupción
sistémica.
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