La
característica del subdesarrollo es la falta de respeto, hacia las normas
establecidas en la sociedad; utilizando la ‘farsa’, para ocultar los hechos
reales.
Según
la TGC, si la ignorancia en la ocultación del poder, no toma en cuenta las
mínimas garantías de un Estado de derecho, se convertirá en injusticia. Nuestra
política: muy poco exigente a la hora de cumplir y hacer cumplir la ley, porque
algunos politiqueros influyentes, siguen aplicando el inconstitucional
principio ‘en democracia manda la mayoría’.
Si bien
la mayoría tiene número, todo mandato debe basarse en el apego a la ley, para
afianzar la buena convivencia. Al darse cuenta la gente y los medios de prensa,
de esta farsa política, en el proceder de sus autoridades, comienza una nueva
etapa en el largo camino de crecimiento democrático. Lastimosamente, la
experiencia sigue siendo mejor consejera que el razonamiento, en cuanto a las
cuestiones sociales.
Hoy
podemos decir, basándonos en un estudio científico jurídico, que se han
cometido actos, hechos y prácticas de corrupción en el marco de un sistema de
poder, en el seno de algunas de las más importantes instituciones públicas del
país; con la participación de autodenominados ‘dirigentes’, los cuales ni
siquiera han sido interpelados hasta hoy por sus agrupaciones políticas. Muy
por el contrario, siguen vanagloriándose de los abultados ‘Códigos de ética’,
que dicen implementar en sus gobiernos, mientras sigue la nebulosa jurídica
sobre los grandes desfalcos, desvíos e incumplimiento de obras pagadas por sus
electores.
La
farsa constituye la mejor definición para este proceder, por la falta de
justicia, a la vista de una población necesitada, creyente y poco leída. De
nada sirve decir ‘buscamos la excelencia’, mientras se siguen cometiendo
trampa, hasta para el nombramiento de los jardineros de la función pública.
Falsificando exámenes y títulos; nombrando a los allegados, sin otro motivo más
que la corrupción sistémica, en función prebendaría, que acicalan y sostienen
los clanes familiares económicos del país.
La
degradación moral de los servidores, es de conocimiento público. Algunos jefes
de instituciones, de los cuales se esperaría al menos, su renuncia, para al
menos, salvar de la desgracia a toda su clientela política. Hasta que eso no
ocurra, difícilmente se nos respete en el concierto de las naciones.
Es hora
de terminar con la farsa y hablar con claridad sobre las cuestiones públicas,
por el bien de la democracia y la ciudadanía que la representa.
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