Estos
días santos nos permiten reflexionar, a nosotros los paraguayos, sobre “¿qué es crecimiento económico, frente a la
corrupción sistémica rampante?”
Según
la TGC, primera teoría general
de la corrupción a nivel global, “ningún progreso económico
puede lograrse, en la ignorancia y en la ocultación”, por más de que la “ley de la oferta y la demanda” se base,
justamente, en la parcialidad de información recibida por el mercado.
El
desarrollo en números verdes de un mercado oligopólico
como el nuestro, no representa el crecimiento económico como sociedad
organizada, en razón de que, la economía informal resulta aún en más del 40 %
del bruto de movimientos comerciales; sumado a los innumerables casos de desvío
de fondos y perjuicios graves al patrimonio público, en lo moral, cultural y
material, que hasta hoy, ni siquiera son cuantificados debidamente.
Ni se
consideran, los activos intangibles hasta hoy desperdiciados en las
binacionales; explotadas a todo dar para favorecer a una claque industrial brasileña y argentina, dejando las migajas a una “nobleza”
moderna heredera de los barones constructores y demás tembiguai del añorado pasado régimen milico-partidario.
Si a un
pueblo no se le ha enseñado, o al menos, permitido aprender lo que es política
en realidad; para el buen uso de lo que a boca llena se dice “bien común”, no puede hablarse de avance
económico hacia el desarrollo.
Una población, parcial e interesadamente
informada, crece como si fuera ganado orejano, listos para ser “cazados y
devorados”, por los buitres de la economía dirigida por una doctrina foránea,
ajena a la claridad, la libertad y la virtud de nuestro pueblo.
Este
sistema democrático representativo, dentro de un Estado de derecho, ha tentado
y sigue tentando financieramente a los politiqueros:
Quienes han caído en la corrupción sistémica, para tratar de justificarse ante
sus electores, arguyendo peligro y falta de crecimiento en obras e
infraestructura.
Han
demostrado incapacidad para ser auténticos y demostrar la verdad al país, por
falta de instrucción política y la ignorancia oculta que lleva a la injusticia,
tan marcada en nuestra sociedad, sumida dentro de un marco socio económico
denigrante y semi-feudal.
Pese a
tener dos colosos de producción hidroeléctrica, seguimos importando el peor sistema
de desarrollo para el país, descuidando nuestro medio ambiente, a nuestros
campesinos e indígenas, garantes naturales de todas las riquezas que posee y
poseerá una nación que se precie de digna y responsable.
Ahora
surge de nuevo el olor a petróleo en el Chaco; pero ¿a qué precio?, ¿además de
los más de treinta mil hombres que perdieron sus vidas defendiendo ese
territorio?
Tenemos
superproducción de servicios, dirigidos a los sectores económicos A y A+; pero,
se sigue confundiendo la holgura de unos pocos, con el involucramiento directo
de sus representantes, en la elaboración de los publicitados números macroeconómicos.
Mientras tal crecimiento económico sectorial, sigue siendo la excusa para
marginar en salud, educación y seguridad básica, al pueblo más pobre:
irónicamente, el mayor elector de los hoy privilegiados politiqueros.
La
economía debe constituirse en realidad comparada, para la enseñanza del buen
uso de los recursos de los que la población dispone en cada lugar; no en una
simple enunciación de principios de mercadotecnia
y manejo comercial, en el que están cayendo cada día nuestros
representantes políticos.
Promover
el respeto de la Constitución, principalmente en lo que hace a los intereses
difusos y medio ambiente, es ayudar al desarrollo económico real, dejando de
lado la ficción publicitaria, por ejemplo de esconder y dejar pudrir la inmensa
cantidad de cítricos en el país, con tal de que se siga vendiendo a todo dar “juguitos y gaseosas”.
Una
cosa es el comercio y otra muy distinta, es la economía en el gobierno.
Normalmente, esta distorsión es un ejemplo de ignorancia en la ocultación, que
promueve el sistema corrupto, que puede ser, tanto capitalista como socialista;
porque el flagelo es universal; un
elemento que nace y vive con el poder.
En
conclusión, debemos reconocer que la corrupción está presente en todo
crecimiento económico y necesita de una contrapartida social, con realidad,
libertad y virtud, para asegurar el respeto a favor del bien común,
disminuyendo así, progresivamente, la ignorancia.
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