Este ‘principio
de ciencia’, la corrupción, está muy ligado a la práctica de la demagogia, ya
que ambas se rigen por el mismo principio: la ocultación de la ignorancia. Así
es como se utiliza a la ‘ley’, según la conveniencia; la interpretación se vuelve
volátil, la justicia es lejana.
La
Teoría General nos permite explicar además, que la ‘ley’ o norma jurídica, es
un elemento transitorio de los sistemas de corrupción. Por eso, a la corrupción sistémica podríamos denominar
también ‘intraley’, es decir, que se
camufla en la propia disposición legal. En apariencia, no la agrede, sino que
se sirve de ella.
Para la
rápida comprensión de la gente, podríamos decir que este estudio de la
corrupción, constituye una ciencia nueva; comprendida y enseñada para poder
disminuir el alcance directo del flagelo.
En
nuestro país, podría llegar a afirmarse que se ha estructurado una ‘doctrina de
la corrupción’, en razón de la copiosa cantidad de hechos, actos y prácticas
que se suceden como pan diario. Pero es así también en el mundo entero; la
diferencia, es que no existen tantos hechos, que estén dentro de las propias decisiones
del poder estatal directo.
Eso ha
permitido, precisamente, establecer a este autor, la clasificación universal
tripartita (hechos, actos y prácticas) y otra principal de estudio (intraley y contra ley), a fin de separar definitivamente, la idea de ‘corrupción
genérica’ pluri-materia, de la corrupción, específicamente, política y pública.
Volviendo
al Paraguay, la corrupción es parte del desarrollo histórico; un flagelo total
que ha impedido y tuerce, toda posibilidad de progreso socio-económico. Por
eso, algunos actores políticos utilizan a la demagogia como arte del decir, sin
hacer; aquí le llamamos politiqueros. Para quienes su único objetivo es
prometer para ganar y beneficiarse; luego, asumir los cargos y deslindar su
responsabilidad arguyendo: falta de recursos, poco tiempo, muchos funcionarios,
entre otras.
Pero lo
cierto, es que están al servicio de la corrupción sistémica, como ente
organizado económica y políticamente. A la cual, no le cuesta nada, regalar
beneficios extras; a nivel personal, familiar o social.
Es
importante destacar, que nuestro sistema democrático, perfectible, nos da la
posibilidad de distinguir la influencia de la demagogia en todo acto de corrupción;
en el manejo de la cosa pública y en el perjuicio para los ciudadanos.
Hoy tenemos
varios juicios pendientes; el poder judicial, esperemos, practique la ética en
tales casos, para cumplir con la función ‘curativa’ de la justicia en la
sociedad. Superando la ignorancia y la corrupción acumuladas en el tiempo, por
la politiquería acomodada, primero a las botas y hoy a las corporaciones, que
tanto daño han producido en todos los niveles sociales.
Es hora
de utilizar la ciencia en el desarrollo del país; no más repeticiones que no
dan mayores resultados, salvo la acumulación de títulos, cargos y funciones
inventadas en todo el aparato productivo y administrativo nacional.
Que la
efectividad legal y los órganos pertinentes, dejen de un lado la demagogia
predominante también en los tribunales. Ese doble discurso pernicioso. Y se
concentren en la justa aplicación, a fin de subsanar al menos, los daños de la
corrupción sistémica y sus ejecutores directos. Eso espera la gente, para
seguir formando parte de las instituciones democráticas y republicanas.
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