Esta pregunta es la
que motiva, en toda sociedad, la desconfianza natural hacia el poder y los
gobernantes. Entonces: ¿El poder es corrupto por naturaleza?
Para responder a esta
pregunta, recordemos lo explicado ya en la parte introductoria, cuando vimos
que en la génesis del poder, intervienen dos fuerzas antagónicas: la pancorrupción, como cuerpo sólido y
estructurado; y el derecho natural,
como un fluido permanente. Entonces, el poder contiene dentro de sí, los dos
caracteres contrapuestos, contradictorios.
De aquí nacen los dos
aspectos del poder: el poder fáctico y el poder virtud. En el primero, el poder
fáctico, se basa en la acción y la fuerza ejercida como ente de poder. En el
segundo, el poder virtud, constituye la potencia de ejercer el poder.
Cuando el poder se
ejerce, solo teniendo en cuenta los aspectos formales de su esquema, sin que
intervenga el poder virtud, se favorece a la corrupción. Ya que, como vimos el
origen mismo del poder, tiene como fuente sólida y esquemática a la
pancorrupción, es decir, la aquiescencia de toda la corrupción. Por lo tanto, el
gobernante debe cuidar, de ejercer el poder, dando plena vigencia al poder
virtud, no como un ejercicio paralelo sino en coordinación con los fines
previos de cada una de las instituciones.
La expresión del
poder virtud, es la ética. La ética entendida como la facultad o autoridad de
ejercer funciones, técnica, moral y legalmente. Esta es la fuente plena del
poder. Y es ella, precisamente, la primera en ser ocultada por los sistemas de
corrupción.
Esta es la razón, por
la cual los códigos de ética, insertados o con deseos de aplicarse en
determinadas instituciones o poderes del estado, no tienen trascendencia, ya
que al no ser de orden coactivo, sino solo disciplinario, puede resultar
contraproducente para las verdaderas investigaciones de los hechos de corrupción.
Por otro lado, para
completar el gráfico del poder, no olvidemos a la ley, que es la línea
transversal sobre la cual se proyecta materialmente el poder potencial, que si
no se trata del poder virtud, y solo es la formalización de la estructura del
poder, pierde la finalidad ética de la ley, lo cual se convierte, primero en
ignorancia, y luego en fácil medio de cultivo para la corrupción.
(*)
Del libro “La curación social: Hacia nuevos métodos anticorrupción. Síntesis de
la Teoría General de la Corrupción”. Francisco Blanco León.
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