Responsable, la corrupción
Cuesta creer que la corrupción es parte y motivo de
toda civilización; responsable directa de la falta de progreso en un país o de
la propia sociedad.
Según la TGC , se forma una pirámide perfecta de
corrupción, poder e ignorancia, elementos sin los cuales no puede existir la
vida como sociedad humana, ya que no tendría razón de ser, e incluso, sería
“aburrida”.
Al tener esta claridad solo resta conocer para
poder disminuir, al flagelo, progresivamente.
Si hablamos de economía tendremos
a la corrupción como su enemigo número uno, ya que le imposibilita cumplir los objetivos propuestos en las naciones, en manos de los administradores públicos.
a la corrupción como su enemigo número uno, ya que le imposibilita cumplir los objetivos propuestos en las naciones, en manos de los administradores públicos.
Lo mismo ocurre con otras ciencias, ya que
este flagelo es transversal a ellas. Sin embargo, en nuestro país seguimos
creyendo en el cuento, de que la culpable de la carencia en los hospitales y
las escuelas, de la falta de justicia, es la economía, o la carencia de fondos.
Luego se alega la falta de ética o formación de los sujetos dentro de la
sociedad.
La lucha se ha caracterizado en el
conocimiento y la exposición de los perjuicios causados, tanto a la
civilización como a los países, por la corrupción. Hoy en día cualquier hombre
público llega a decir con seguridad “la corrupción es la causa del problema”.
Es un decir de boca, por estética y maniqueísmo, que no contiene ninguna base
real y verdadera.
Por eso lo que estamos tratando de hacer
comprender, a todos, sin distinción de sistemas políticos o ideológicos, es que
la solidaridad debe ser la meta de todas las naciones, contra este mal tan
temible para toda la humanidad. Si es que pensamos conseguir un mejor vivir
para nuestros pueblos, con justicia, libertad y equidad.
En América aún tenemos la posibilidad, al
saber esta verdad, de ir restaurando, de a poco, la ecología y enseñando la
política verdadera, sin explotados ni explotadores, con armonía, en una
convivencia en paz, sin primacía económica que solo explote la necesidad y la
ligereza de los menos, favorecidos socialmente en las estructuras de poder
nacional.