En toda la geografía del
Paraguay escuchamos decir a la gente: ¡queremos justicia!. Ese es el mayor
valor social para nuestro pueblo.
Estamos cansados de la
injusticia amparada por la corrupción.
Según la TGC , la ignorancia tiene
grados, cuyo resultado nos dice el nivel de corrupción y quiénes son los
encargados de administrar justicia en un poder estatal. Siempre dentro del
marco de un Estado de Derecho, con libertad de acción y pensamiento, que se
justifica diariamente a través del cuarto
poder; el cual nos permite conocer los hechos dentro del Estado.
Por la extendida y
prolongada falta de libertades de idea y acción, el pueblo ha llegado a
confundir el término “valor social”; por la corrupción sistémica, donde manda
la ignorancia.
Así se manipula la ley, con
el viso de la democracia, donde supuestamente la mayoría tiene preeminencia.
Ahora, que, a cada minuto,
la gente se va recuperando de la larga agonía en la cual vivió; en silencio y
“a su orden”, cree que inmediatamente se puede lograr la ansiada justicia, y
por el contrario, percibe lo contrario: la injusticia colectiva, de la mano de
sus propios representantes. Eso hace que su voto y la democracia, entren en
duda permanente, y sean insultados.
Sin comprender esta
realidad, se busca la calle, para gritar y demostrar el descontento social. Eso
si permite la democracia paraguaya: la protesta. Pero, la articulación
gubernamental sigue siendo un “secreto” autómata.
Por eso mucho se habla de
la capacidad de elegir bien, a los representantes, para bajar la injusticia, el
vicio y la ignorancia que construyen la corrupción sistémica en un país.