Aquí en el país, hay juegos de dos caras: la
falta de trabajo y el trabajo para lograr, realmente, salir adelante, en cada
espacio de la geografía nacional. Para volver a poblar las campiñas y así,
disminuir paulatinamente la corrupción sistémica, que se ha adueñado de este
Estado democrático, en el que estamos viviendo.
Nada se consigue sin luchar y defender, más
aún, en el sistema democrático, en un Estado constitucional de derecho; con
libertad de acción y pensamiento, que es lo que a los autoritarios y
totalitarios no les gusta en absoluto.
Es hora de canalizar con credibilidad, el
hecho de tener espacio y posibilidades suficientes en el país, para seguir
repoblando; con los que han salido, justamente buscando mejor nivel de vida, o
el simple respeto de su persona, de sus ideas y sentimientos; aquello que los
impulsó a salir del país, debe ser atendido por el gobierno, haciendo lo
posible para ayudarlo, a él y sus descendientes, para romper el tabú de que
“aquí no podemos progresar y somos los más corruptos de Latinoamérica”.
No perdamos esta posibilidad de ser un país
serio y respetable; con una Constitución acorde con el respeto pleno de los
derechos humanos, para ser capaces de ser reconocidos por nuestros vecinos,
para así reparar los múltiples perjuicios causados por un Estado ignorante al
servicio de la corrupción sistémica, durante tanto tiempo.
Si llegamos a poblar las campiñas, sin
mentiras ni politiquería, respetando las instituciones y sancionando a los
funcionarios que están al servicio de la corrupción. Enseñando al pueblo a
conocer su identidad.
Son los caminos democráticos, para superar
cualquier autoritarismo o mafia organizada.
Pero si esta realidad no se concreta, con
virtud para buscar el bien común, de nada valdría la libertad, sin dirección,
ni la democracia sin enseñanza para superar la ignorancia.