¿Dónde
está parada (la corrupción)?
La primera actividad de la política es conocer
a tu pueblo. Pero cuando contratas a gente del exterior, para saber “dónde estás
parado”, o cual es el movimiento real de un ministerio, nos está demostrando
que los supuestos expertos, que se encargan de la conducción y concreción no
conocen el camino, para solucionar el problema dentro de las instituciones.
Lo increíble es que utilizan este
desconocimiento, para nombrar a supervisores del exterior, en son de “auditorías”,
una vieja práctica que da pie a que la gran corrupción se reacomode en la
transición. Una recurrida estrategia de marketing de gobierno, que solapa unas
importantes erogaciones en concepto de asesoría “internacional”.
Un segundo efecto, colateral, es el manoseo
innecesario al que se somete al personal, técnicos, también especializados con
que cuenta la institución; los cuales quedan degradados de facto.
Lo que se debe buscar es utilizar a los connacionales notables, en sus áreas específicas, dentro de su experiencia. Todas las reparticiones tienen, normalmente en el “freezer”, por “peligrosos”, a estos grandes especialistas.
Estas asesorías, pagadas en dólares, y que
probablemente, como ha ocurrido en administraciones anteriores, solo figura en
los papeles y en Internet, no conllevan a soluciones viables. Pero si a la
creación de nuevos problemas, presumiblemente para nuevos empréstitos. Todo
nuevo.
Pero los amigos del exterior, contentos
facturaran para describir la delicada situación del pueblo, interesadamente.
Esta es la famosa política comercial, que tanto tratamos de hacer comprender.
Porque se puede ser muy buen comerciante siendo mal político; pero nunca buen político, ya que esto se consigue, primero, utilizando la voluntad de todos, sin mentiras ni simulaciones en cuanto a los objetivos. La carrera no es buena política, si la velocidad domina el impulso de una corrupción sistémica.
Porque se puede ser muy buen comerciante siendo mal político; pero nunca buen político, ya que esto se consigue, primero, utilizando la voluntad de todos, sin mentiras ni simulaciones en cuanto a los objetivos. La carrera no es buena política, si la velocidad domina el impulso de una corrupción sistémica.
La democracia es un sistema, no el mejor, pero
es el único donde se puede comprender y corregir los defectos en los
procedimientos, en las promesas ante la voluntad popular.
Es hora de que la generalidad comprenda, de
que no se puede permitir “arreglos” aprovechando la necesidad de la gente. Con
promesa de solución total, pero sin saber dónde estamos parados. El pueblo y su
necesidad haciendo facturar a “genios” foráneos, ante la opinión pública, todavía
proclive al humo y el carnaval panegírico, que es lo que se paga bien.