La acción social y política, siempre han tenido objetivos visibles o realistas, contrapesados por otros más elevados y espirituales. El curacionismo busca conjugar, tanto elementos del ideal social como premisas de razón a favor de la práctica constructiva.
El elemento central de la acción política es y será la corrupción, ya que en ella se imbrican los catalizadores estructurales e individuales de la vida en sociedad; de la organización humana, que, por principio, busca la regulación del derecho.
El eje central de toda propuesta dogmática, a la par que se constituye en una visión, conjunta de los aspectos esenciales de un pueblo, recoge aspectos universales, que desde el inicio fueron expuestos en la teoría general de la corrupción. Una innovación civil, técnica, jurídica y filosófica, con alta incidencia en todo el desarrollo de la humanidad. ¿Por qué?
Porque en la corrupción se fundamenta la legitimidad, el poder y la acción para el bien común. La realidad es el objeto, el ser humano es el sujeto central, y los métodos son combinados según el ideal y la virtud propuestas en cada tiempo y lugar.
El Paraguay continuará por la difícil senda del crecimiento democrático, en calidad y cantidad; a la par de una profunda revisión de los aspectos doctrinarios principales de sus fuerzas políticas y fácticas.
En tal sentido, la corrupción pasa, de constituirse desde la antiguedad, en un elemento coyuntural o cultural disuasivo, en un elemento que se convierte en activo y necesario para la superación ineludible de la ignorancia colectiva; principal traba al desarrollo de los pueblos, y, por ende, en círculo indecible, fomento de la corrupción sistémica.
Hoy, esta corrupción está identificada y caracterizada, por su acción sistémica y masiva, aún con el ropaje "democrático" que siempre le han querido dar, los autócratas y leguleyos.
Esta demostración, constituye la base para la curación social, ergo, el progreso por la vía de la participación, sin ignorancia y sin corrupción, en canales democráticos legítimos de poder.
El elemento central de la acción política es y será la corrupción, ya que en ella se imbrican los catalizadores estructurales e individuales de la vida en sociedad; de la organización humana, que, por principio, busca la regulación del derecho.
El eje central de toda propuesta dogmática, a la par que se constituye en una visión, conjunta de los aspectos esenciales de un pueblo, recoge aspectos universales, que desde el inicio fueron expuestos en la teoría general de la corrupción. Una innovación civil, técnica, jurídica y filosófica, con alta incidencia en todo el desarrollo de la humanidad. ¿Por qué?
Porque en la corrupción se fundamenta la legitimidad, el poder y la acción para el bien común. La realidad es el objeto, el ser humano es el sujeto central, y los métodos son combinados según el ideal y la virtud propuestas en cada tiempo y lugar.
El Paraguay continuará por la difícil senda del crecimiento democrático, en calidad y cantidad; a la par de una profunda revisión de los aspectos doctrinarios principales de sus fuerzas políticas y fácticas.
En tal sentido, la corrupción pasa, de constituirse desde la antiguedad, en un elemento coyuntural o cultural disuasivo, en un elemento que se convierte en activo y necesario para la superación ineludible de la ignorancia colectiva; principal traba al desarrollo de los pueblos, y, por ende, en círculo indecible, fomento de la corrupción sistémica.
Hoy, esta corrupción está identificada y caracterizada, por su acción sistémica y masiva, aún con el ropaje "democrático" que siempre le han querido dar, los autócratas y leguleyos.
Esta demostración, constituye la base para la curación social, ergo, el progreso por la vía de la participación, sin ignorancia y sin corrupción, en canales democráticos legítimos de poder.