Me decía un parroquiano
del Bañado sur: “Ahora la gente ve la gran corrupción, en los mercados; y su
explotación a favor de los que mandan. Sin ser capaz de cuidar, mínimamente, a
favor del bien común”.
A esto le contesté: “¿No
le parece un poco exagerado? Pedir tanto a las autoridades de un municipio
capitalino, ¿a los funcionarios públicos en general?”
—“Claro que no, en
absoluto. Ellos, cuando querían nuestros votos, han
prometido mejorar el
mercado; para evitar cualquier daño, ya sea material o humano. Y, lo que
obtuvimos fue, un mercado cuatro, totalmente desprotegido, tanto en sus
instalaciones como de los miles de trabajadores que viven, día a día, de lo que
generan en el mismo”.
Según la TGC, la política
que hace posible el poder, debe respetar sus compromisos. Si bien un mercado,
es el lugar favorito de la corrupción; por ser un culto al comercio, cuyo único
objetivo, es sacar resultados económicos, sin importar mucho otros menesteres.
La ética y otros
principios, solo sirven de conocimiento en la casa; mientras en los hechos,
actos y prácticas de la corrupción sistémica, los cargos los ocupan, según el
grado de participación en el sistema político. Por eso, la responsabilidad directa,
en cuanto al funcionamiento de un Mercado, recae sobre sus directores o funcionarios
encargados; y, subsidiariamente, al del propio jefe comunal. Conforme bien lo
precautela, la Constitución Nacional en su artículo 106.
En nuestra frágil
democracia, se ha hecho costumbre el tener una ley, para luego, hacer
exactamente lo contrario; se convierte, entonces, en una especie de muletilla
del poder. Una forma de asentar el poder en la antípoda del mismo. En eso
consiste, el plan de acción, elaborado por la corrupción sistémica.
Por la gente y su buen
entender, sumado a la constante acción de campesinos e indígenas, comienzan a
suspender las leyes corruptas, que fueron promulgadas en perjuicio del medio
ambiente y la ecología. Eso es tratar de disminuir la ignorancia.
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