Cuesta
creer, la dura realidad; de que un instrumento investigativo, cuasi
estadístico; creador de opinión pública, tan eficiente para algunas disciplinas
científicas, como lo son las encuestas de ciudadanas; sin embargo, no pueda
revelar la verdad, sobre los índices de corrupción sistémica.
Según
la TGC, toda encuesta es subjetiva y la corrupción sistémica, por el contrario,
es un hecho objetivo, que trabaja en la ocultación de los sistemas de poder.
Este
desconocimiento del gobierno, al utilizar a las encuestas como medición única;
normalmente lleva también a la creencia, de que con sanciones éticas, se puede
lograr revertir percepción negativa de la ciudadanía.
El
efecto es, precisamente, el opuesto al deseado: la corrupción sistémica se ve
más entronizada, llevando al criterio del “desafío” político, a los autores de
hechos, actos y prácticas corruptas en la administración estatal. Sirviendo de
escenario, ahora judicial, para demostrar a las gentes, el “peso” de su personalidad,
en cualquiera de los tres poderes del Estado.
Esto
ocurre así en todos los sistemas políticos o sociales, cuando la justicia no se
basa en parámetros objetivos de análisis, del fenómeno social de la corrupción.
Hasta
el cuarto poder, sale a decir que existe impunidad, por la carencia de acción
de los encargados de Astrea, que en vez de dar tranquilidad a la ciudadanía,
convierte a ésta en su cómplice obligada, a causa del trajín y abuso económico
diario de los poderes fácticos.
Nuestra
democracia participativa y social, es bastante clara y contundente, desde la
propia Carta Magna; a fin de dar al Estado de derecho, todas las garantías y
principios, consagrados en los derechos humanos universales, individuales,
colectivos y difusos.
Pero
cuando la interpretación, resulta en un subjetivo y tendencioso acomodo
económico, la corrupción intraley, se
convierte en prevaricato. Resultante de fórmula universal, que la hemos
expresado como: C=P/I 

Es
cuestión de mirar un poco, los resultados de las encuestas interesadas, de
aparatosa promoción; sin objeción alguna, movidos únicamente para seguir
quitando réditos, de nuestras riquezas naturales. Explotando a nuestros
campesinos, a través de la intimidación; del miedo, perjudicando a todo el
ecosistema agrario del país; tras los parapetos, de los “criterios comerciales”
desmedidos. Privando, en numerosos casos, incluso, a los dueños aborígenes, de
sus tierras ancestrales; defraudados en su derecho, a causa de la corrupción
sistémica, aún predominante en la República.
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